¿Cómo decidiste llevar a Bolivia voluntario?
Buscando, de casualidad, encontré Bolivia, me dijeron que había una central hidroeléctrica perdida por los cerros de 4.000 metros sobre el nivel del mar y me animé a venir. Vine por un proyecto que era automatizar una compuerta de la toma de agua de la planta central hidroeléctrica en Kami. La tarea la tuve concluida en un mes de trabajo. Entonces, otra de las sorpresas más grandes fue cuando uno de los primeros días los padres Serafino y Miguel Ángel me invitaron un plato de jamón serrano de su planta de producción. Y me di cuenta que podía aportar no solo con el tema de la hidroeléctrica, sino también con la producción de jamones.
De automatizar la puerta de una represa a promocionar embutidos en una de las cadenas de súper mercados más importantes de Bolivia: ¿Cómo asumiste este estilo nuevo de vida?
Soy Ingeniero industrial pero la rama más me gusta es la producción. Entonces, cuando vi el tema de los jamones, la producción de embutidos me llamó muchísimo la atención y dije, aquí sí puedo aportar con mis conocimientos. Enseguida hicimos un estudio de mercado, estudio de costos y a partir de allí los números fueron positivos. Daban la garantía que el proyecto podía funcionar… Era imposible imaginar que mi última semana de estadía en Bolivia podía ver en “Hipermaxi” los productos colgados para la venta.
¿Qué te llevas de Bolivia?
Lo que más me llevo aparte de todas las experiencias y todo lo que he aprendido es el derroche de cariño que han tenido… Cuando las personas me daban las gracias por el trabajo realizado, sinceramente, no creo ser alguien que merezca tanto reconocimiento y me lo agradecieron con detalles, palabras, gestos, ha sido súper emocionante y sin duda una huella que se me clavó en el corazón para siempre.
¿Algún mensaje final?
Me gustaría agradecer a los padres Serafino, Miguel Ángel, Orlando y Hno. Álvaro por ser el ejemplo vivo de la iglesia que quiero formar parte.
