¿Recuerda el momento cuándo fue designado Obispo del Vicariato Apostólico de Méndez?
Claro que me recuerdo, estaba en la misión de Yaupi cuando me trajeron una carta del Nuncio Apostólico del Ecuador donde me decía que quería hablar conmigo. Tuve que salir a Quito y allí me propusieron ser Obispo. En un primer momento no acepté, pero frente a la carta firmada por el Papa Juan Pablo II, terminé accediendo luego de 35 años de trabajo como salesiano.
¿Cambió su vida pastoral luego de este acontecimiento?
No cambió en nada; yo seguí amando y visitando a mi gente. Es por ello que conozco la mayoría de las comunidades y pude plasmar lo que la Iglesia esperaba que se cumpla con la gente: ser pastor de las ovejas.
¿Por qué tomó la decisión de ser misionero salesiano?
El superior del Colegio de Venecia donde estudiaba mecánica me propuso hacerme sacerdote y misionero salesiano y yo acepté la propuesta. Mi papá me dijo que me daba permiso si no volvía a casa. Entonces me hice salesiano, misionero, y agradezco la oportunidad de llegar a ser lo que soy en la actualidad.
¿Y jamás volvió a su casa?
Si volví a mi casa algunas veces, como misionero no tanto. En 35 años de vida misionera solo regresé a mi país tres veces. En mi calidad de Obispo retorné por las visitas Ad Liminas, por contribuciones a la Comisión Episcopal y por invitaciones familiares. También, volví porque establecí amistades en varios países y viajaba para gestionar ayuda para proyectos, iba en búsqueda de recursos para algunas obras del Vicariato.
¿Qué importancia tuvieron los pueblos amazónicos en su labor como sacerdote?
Llegando a esta tierra, yo viví la vida propia del misionero. Estuve en los internados pero sin dejar de atender a la gente de las comunidades. Siempre me ha gustado vivir cerca de la gente, visitándola, sin tantas pretensiones pero con deseo de servir. En los inicios de mi labor, el misionero era el único que llegaba a las comunidades que estaban iniciando, asistíamos a las asambleas, dábamos nuestras sugerencias y fomentábamos la amistad y el desarrollo del pueblo.
¿Tuvo alguna dificultad con las comunidades?
Ninguna, por el contrario siempre hubo una gran aceptación, siempre me brindaban mucha simpatía, afecto, y sentía la admiración de los pueblos Shuar, Achuar, colonos y mestizos a los que pude acompañar.
¿Cuál considera que es su legado?
El afecto, el amor, la sintonía con los pueblos y con todos. La amistad que me unió a las autoridades es la misma amistad sincera que me unió a los pueblos, a la gente sencilla de las comunidades. Estuve con todos, caminé con todos porque sinceramente he amado a todos, sin distinción.
¿Qué mensaje nos dejaría?
Que confiando en Don Bosco y cumpliendo lo que él nos enseñó: amar a los jóvenes, amando a la niñez, a la juventud, amando al pueblo santo de Dios con el amor, podemos hacer maravillas, como la hecha por Don Bosco con los muchachos. El Evangelio se propone más con la vida, con la cercanía antes que los discursos.
Un mensaje para la Familia Salesiana de Ecuador...
Gratitud a la Inspectoría porque fueron los hermanos misioneros salesianos y misioneras salesianas que me permitieron caminar; yo no tuve ninguna preparación para llegar al puesto y me confié y me encontré generosidad, disponibilidad y mucha colaboración. También a los sacerdotes diocesanos que pudieron crecer y relevar a los misioneros ocupando el puesto en las parroquias más importantes del Vicariato.