Severiano Sanz Gil conoció a su tío Valentín cuando tenía 9 años. Era el hermano de su madre y fue a pasar unos días a Torre de Peñafiel, el pueblo de Valladolid donde vivía la familia. En un paseo y entre cantos que luego con los años supo Seve que eran salesianos, nació su vocación de querer tener el espíritu alegre de su tío y ser, como él, salesiano y coadjutor. Su tío Valentín fue asesinado durante la Guerra Civil y es uno de los mártires salesianos. Severiano se dedicó después con ahínco a escribir su vida como homenaje por haberle acercado a Don Bosco y a María Auxiliadora.
Destacó siempre en el noviciado y allí aprendió el oficio de cocina, donde pronto pasó a ser el cocinero principal. Por su buen hacer en la cocina fue destinado a los Salesianos de Atocha y destacó por sus cualidades en tiempos de gran carestía y racionamiento. Allí estuvo 12 años y fue fundamental su papel en las colonias de verano que empezaban a promoverse en esos años para los humildes alumnos de los Salesianos.
Los viajes a España del misionero en la India José Luis Carreño buscando vocaciones y su gran amistad con otro misionero salesianos, Hiscio Morales, que le traía especias de la India para su cocina, despertaron su vocación misionera para ir a la India… aunque el destino lo llevó a una misión que acababa de constituirse: Paraguay.
Severiano tenía que viajar a América con otros dos salesianos, pero el barco estaba completo y tuvo que hacerlo solo. Iba destinado a las misiones del Chaco pero se quedó 21 años en la capital, Asunción, donde su trabajo, siempre en el mismo colegio fue tan eficaz que hasta fue destacado en un Capítulo General de la Congregación. Su apostolado fue realizado, sobre todo, desde el cine, convirtiéndose en el gran distribuidor de películas, documentales y diapositivas del país. Incluso viajó por toda América para buscarlas y algún productor norteamericano lo nombró su representante en Paraguay.
En 1975, en unas vacaciones de tres meses a España, Severiano decidió pedir quedarse debido al estado de salud de su madre. Le ofrecieron quedarse como encargado de la Librería Don Bosco, pero él decía que no sabía nada de libros y surgió la posibilidad de ser el encargado misionero de la segunda vicaría de la Diócesis de Madrid. En esos años impulsó el festival de la canción misionera y empezó a divulgar la actividad de los misioneros con exposiciones itinerantes, al tiempo que impulsaba la creación de la actual Procura de Misiones Salesianas en su ubicación actual.
En los últimos años Severiano dedicó su vida a los mártires asesinados durante la Guerra Civil en Paracuellos del Jarama (Madrid), donde tenía la ilusión de colocar una hornacina con una imagen de la Virgen María, bajo la advocación de Madre y Reina de los Mártires.
A pesar de haber gozado siempre de una buena salud, en diciembre del año pasado tuvo que ser trasladado a la residencia salesiana de enfermos Felipe Rinaldi de Arévalo, donde dejó constancia de su alegría y bondad hasta que falleció en la madrugada del pasado viernes.