En la Diócesis de La Guaira, en el norte del país, la crisis generalizada ha agravado la situación de muchas familias. Muchos niños y ancianos han sido abandonados a su suerte, muchos adultos están en un estado de desesperación, y el resultado de esta situación es la violencia, la drogadicción y el crimen.
"Aquí en Venezuela, (...) donde el hambre y la pobreza cobra muchas víctimas inocentes, la iglesia es quizás la única institución que sigue siendo creíble por su presencia entre la gente. En las parroquias nos esforzamos por ofrecer a miles de venezolanos, 'un plato de sopa de solidaridad' o algo más”, escribió Mons. Biord Castillo en una carta a la Fundación Pontificia "Ayuda a la Iglesia necesitada" (ACN, en Inglés).
De hecho, los sacerdotes, junto con muchos religiosos y voluntarios de la Iglesia Católica, ofrecen algo para comer, cuidan de los ancianos y de los huérfanos, distribuyen ropa a los pobres, sirven a los enfermos y necesitados ... y siguen proclamando la Buena Nueva a los niños y jóvenes en los grupos de catequesis, llevan la comunión a los enfermos, animan a los grupos de estudio de la biblia, organizan retiros, promueven la formación de catequistas laicos para que puedan transmitir la Palabra de Dios...
Sin embargo, el clero y los religiosos se ven profundamente afectados por la crisis: ellos también deben luchar para buscarse el pan de cada día, una atención médica vital y tener herramientas esenciales que necesitan urgentemente para sí mismos y para los demás.
Mons. Biord, en su carta a ACN escribe: “Es esencial ayudar a los sacerdotes, para evitar que en esta situación, ellos deban hacer otros trabajos para mantenerse, sustrayendo un tiempo precioso para el trabajo pastoral, o se vean obligados a emigrar a otros países”.
Mayor información se encuentra disponible en el sitio web de ACN.