En sus inicios –explica el responsable, el padre Marek Chmielewski, sdb– la Misión italiana era “una patria, una casa, una iglesia, una escuela y un oratorio. Al llegar a la capital de Renania, los emigrantes encontraban aquí un espacio donde respirar la atmósfera de su tierra natal. Aquí era posible hablar no solo italiano, sino también el dialecto local”.
Entre los italianos ilustres que han vivido en el territorio de la Misión Católica Italiana (MCI) –mucho antes de su fundación– estuvo Romano Guardini, quien fue llevado allí por sus padres en 1886, cuando tenía un año. Su padre había sido nombrado cónsul de Italia, y Romano estudió en el seminario episcopal de Maguncia, donde fue ordenado sacerdote para la diócesis. En 1916, fue vicario de la parroquia de San Emerano, que actualmente es la sede de la Misión Católica Italiana. En su honor, hay una plaza en la ciudad que lleva su nombre.
En la Misión Católica Italiana “se encontraban amigos, se compartía información, se ayudaba en la búsqueda de empleo y vivienda, y se brindaba apoyo con todos los trámites burocráticos”. Durante muchos años, fue dirigida por sacerdotes de origen italiano, asistidos por personal laico y voluntarios. Se celebraba la misa en italiano, se asistía al catecismo, se podía rezar en italiano y bautizar a los niños. Durante muchos años –continúa explicando el sacerdote polaco– la Misión tuvo un jardín de infancia y una escuela italiana gestionados por religiosas y laicos.
“Era también un espacio para diversas actividades, como la organización de obras de teatro, conciertos y proyecciones cinematográficas”. También se ofrecían cursos de alemán para los recién llegados, clases de italiano para los niños nacidos en Alemania, y había diversos grupos de oración, estudio bíblico, neocatecumenales y deportivos. Después de sesenta años, la Misión Católica Italiana “sigue viva y continúa siendo un punto de referencia para muchos italianos que viven en este territorio. Esta relación mutua –afirma el padre Chmielewski– hoy tiene una naturaleza un poco diferente. Los italianos del lugar, sus hijos y nietos están bien integrados y socialmente insertados en la comunidad local. Por ello, la Misión ya no es su único punto de referencia, pero sigue siendo un espacio importante para su vida religiosa”.
Aquí participan en las celebraciones litúrgicas, “solicitan el bautismo, la confirmación o la primera comunión para sus hijos. Algunas parejas también piden el matrimonio sacramental. Por ello, ofrecemos una catequesis regular con más de veinte catequistas involucrados. Aunque hoy en día muchos italianos tienen solo contactos ocasionales con la Misión, sigue siendo una institución que debe continuar funcionando y estando disponible. Su existencia es motivo de orgullo para muchos y refuerza su sentido de pertenencia cultural y nacional. Lo experimentamos especialmente ahora: se está considerando trasladar la sede a otro lugar. Nuestros fieles están profundamente afectados por esto, ya que han encontrado aquí un punto de referencia seguro que ha respondido a sus necesidades religiosas y más”.
¿Cuál es hoy la presencia de los italianos en el territorio de la Misión? El área de influencia pastoral de la MCI en Maguncia abarca la ciudad y sus alrededores, en un radio de aproximadamente treinta a treinta y cinco kilómetros. Se extiende entre los municipios de Bingen, Oppenheim y Alzay. Según las estadísticas proporcionadas por la diócesis de Maguncia, en esta zona viven alrededor de seis mil setecientos italianos. “Sin embargo –precisa el salesiano–, los niños de nacionalidad italiana nacidos en Alemania no se cuentan como miembros de nuestra Misión, sino como fieles de las parroquias locales de habla alemana. Esto significa que hay muchos más italianos, además de aquellos que no figuran en el censo porque o no pertenecen formalmente a la Iglesia (no pagan el impuesto de registro como fieles católicos) o no están registrados en ninguna parte. Se estima, por lo tanto, que la población italiana en nuestro territorio podría alcanzar los nueve mil o incluso diez mil habitantes”.
En este año tan especial, por el Jubileo de la Esperanza y por el aniversario de la MCI, el padre concluye: “El Jubileo ha sido, sobre todo, una ocasión para expresar nuestra gratitud a Dios por la Misión y sus actividades. Ha sido un retorno a nuestras raíces, recordando a las personas, instituciones y eventos. Ha sido motivo de orgullo y celebración. Vinculamos la celebración del Jubileo a la fiesta de Don Bosco de este año. Los salesianos trabajan en la Misión desde la década de 1980. Su carisma se ha convertido en una parte permanente de la realidad local y ha dado a la Misión un carácter especial”.