El diálogo es esencial para la comprensión, la apreciación y el respeto recíprocos entre los individuos y grupos y facilita la colaboración y el proceso de decisión. Con esta actitud fundamental de apertura, el diálogo permite a los participantes descubrir nuevas ideas o perspectivas, que llevarán a nuevas intuiciones y opciones mejores. El diálogo presupone una escucha atenta, discusiones respetuosas y refuerzos educados. Existen varias formas de diálogo en diferentes contextos, que pueden desarrollarse en un solo momento o a través de una serie de encuentros para facilitar discusiones prolongadas y profundas. Si inicialmente el diálogo viene a través de encuentros personales, la comunicación social moderna ha creado plataformas para un diálogo fructífero entre personas y grupos situados en diversas partes del mundo.
Dios inició un diálogo de salvación con la humanidad por su bondad y amor. La humanidad no merecía este diálogo. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único (Jn 3,16). El diálogo de Dios con la humanidad es una llamada de amor para todos, que cada uno puede aceptar o rechazar libremente. El diálogo estaba también en el corazón del ministerio de Jesús. Dialogó, especialmente con sus adversarios, sobre la Ley de Moisés y su aplicación a la vida humana. En respuesta al amor de Dios y a las enseñanzas de Jesús, estamos llamados a entablar un diálogo similar con los demás, sin esperar a ser invitados. La Iglesia, al proclamar la verdad, ofrece el don de la salvación a todos, sin coacción y respetando la libertad y la dignidad de toda persona humana (Ecclesiam Suam 72-76).
El ecumenismo, de la palabra griega «oikoumene», que significa «todo el mundo habitado», promueve la cooperación y el restablecimiento de la unidad entre los cristianos. Como discípulos misioneros, todos sentimos el dolor de la división. Creemos que un cristianismo dividido es un escándalo para el mundo y un grave obstáculo para el anuncio de Jesucristo. Esto nos impulsa a reforzar nuestras oraciones y a implicarnos más en las actividades ecuménicas. Así, el movimiento ecuménico trata de hacer realidad la oración de Jesús: “Que todos sean uno ... para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).
Los católicos creemos que la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de San Pedro y los obispos en comunión con él (LG, n. 8). Sin embargo, también reconocemos que los católicos comparten la responsabilidad de la división que existe en el Cuerpo de Cristo. Es la gracia de Dios la que impulsa a todos los cristianos a trabajar para superar las divisiones del pasado, a comprender mejor su fe común en Jesús, a construir una nueva comunión de amor mediante la oración y el arrepentimiento, a pedir perdón por los pecados de división pasados y presentes, a promover la cooperación y a comprometerse en el diálogo teológico (UR, n. 3, 4). Sin embargo, la elección de la actividad ecuménica apropiada varía en los países predominantemente católicos o cristianos en comparación con aquellos en los que la mayoría sigue religiones diferentes.
Las religiones son la expresión viva de las almas de vastos grupos de personas, que llevan dentro milenios de búsqueda de Dios. Puesto que Dios quiere la salvación de todos mediante el conocimiento de la verdad, es deber primordial de la Iglesia, guiada por la caridad y el respeto a la libertad, anunciar a todos la verdad revelada definitivamente por Jesucristo (EN 53, 78). Aunque el diálogo interreligioso forma parte de la misión ad gentes de la Iglesia, no es un nuevo método de conversión al cristianismo. En el diálogo interreligioso, se anima a los seguidores de diferentes religiones a articular el contenido de sus creencias. A la inversa, también es una oportunidad para que los cristianos descubran el rayo de verdad presente en estas religiones (NA 2). En el contexto de la diversidad religiosa, el diálogo interreligioso no sólo significa escuchar al otro, comprender la otra religión, sino también relaciones constructivas con personas y comunidades de otras religiones que, en la obediencia a la verdad y el respeto de la libertad, aspiran a la comprensión mutua y a la coexistencia pacífica.
Existen cuatro tipos de diálogo ecuménico e interreligioso: el diálogo de la vida (compartir la vida cotidiana en casa, en el trabajo y en el ocio con personas de distintas religiones); el diálogo de la acción (trabajar juntos sobre la base de valores religiosos y morales compartidos para promover el bien común en aras de la mejora de la sociedad); el diálogo del intercambio teológico (debate entre expertos para comprender lo que tenemos en común y dónde residen nuestras diferencias religiosas); y el diálogo de la experiencia religiosa (compartir los frutos de la oración y las prácticas espirituales de las tradiciones religiosas de cada uno).
Cada discípulo misionero debe ser un constructor del diálogo. Al comprometerse plenamente en el proceso de escuchar, compartir y reflexionar, uno se convierte en un testigo poderoso y creíble de Dios, que inició el diálogo de la salvación.
Para la reflexión y compartir
1. ¿Cómo entendía antes el diálogo ecuménico e interreligioso? ¿Cómo lo entiendo ahora?
2. ¿Cómo puedo promover activamente el diálogo en mi vida cotidiana?
P. Alfred Maravilla,
Consejero General para las Misiones