RMG – Testimonios de vida de los salesianos mayores: del “Curso Sorgente” habla el Padre Severino Laredo Neila

06 Junio 2024

(ANS – Roma) – Resiliencia, humildad y entrega son cualidades que el Padre Severino Laredo Neila ha hecho suyas en su vida, recursos que le han sido de gran utilidad en numerosas ocasiones en las que ha debido cambiar sus planes para confiar en los de Alguien más grande que él. En el “Curso Sorgente”, organizado por el Sector de Misiones para misioneros mayores y de larga trayectoria, ha brindado un rico testimonio que compartimos aquí.

Severino Laredo Neila nació en un pequeño y hermoso pueblo, llamado no casualmente “Hermosilla”, en el norte de España, hace setenta y ocho años, en una familia humilde, numerosa – con once hijos – y profundamente católica. Siguiendo el ejemplo de un hermano mayor sacerdote, también él sintió nacer desde pequeño la vocación en su interior.

Pero aún siendo niño – como le sucedería varias veces en su vida – tuvo que enfrentar pequeños o grandes obstáculos que modificaron sus planes originales. “Uno de mis primeros recuerdos en mi vida es el de mi Primera Comunión: no pude hacerla junto a los otros niños porque rompí el ayuno eucarístico comiendo una cereza. Así que tuve que esperar para hacerla otro día, solo”.

Aún de joven, después del aspirantado, vivió otra fase de inquietud al momento de ingresar al noviciado: “en esa época se realizaban exámenes médicos para ingresar y me encontraron una mancha en un pulmón. Tenía miedo de que no me dejaran continuar por ese motivo, pero luego me dieron permiso y fui muy feliz”.

Además, una vez dentro, temía ser enviado de vuelta a casa debido a las dificultades en el estudio del latín; pero al lograr superarlas, se sintió realmente feliz con su vocación. “Recuerdo que después de la primera profesión envié una carta a mi hermana agradeciendo a Dios por haber sido admitido como Salesiano de Don Bosco”.

Sin embargo, muchas otras dificultades estaban listas para llegar: “Los años de formación teológica los viví en un ambiente de desencanto y frialdad. Era la época de la Teología de la Liberación, y viví una fuerte crisis vocacional. Hablé de ello con un compañero de curso y le dije que estaba pensando en irme del seminario. Gracias a Dios, él me invitó a participar en un encuentro del Movimiento de los Focolares, que me gustó y me ayudó a superar la crisis”.

Luego encontró gran satisfacción en el humilde servicio en una escuela de formación profesional; pero en la preparación para el sacerdocio, estudiando en la universidad, se encontró nuevamente en crisis, perturbado por las ideologías que se difundían. “Busqué nuevamente a alguien con quien hablar, un sacerdote del grupo de los focolarinos, y él me dio un consejo importante: cambiar mi visión de la vida, viviendo más para los demás que para mí mismo. Así comencé a vivir más el Evangelio y la crisis desapareció”.

La alegría de esta nueva victoria sobre sus miedos y dificultades lo llevó a solicitar, junto con la ordenación, también partir como misionero. “Por coincidencia, el Evangelio de mi ordenación fue aquel que decía: ‘No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros”. Esta coincidencia fue para mí como un mensaje de Dios en ese día especial”.

Con este aliento partió sereno hacia Bolivia. Era 1976 y “quedé impresionado por la pobreza que vi”. Desde entonces, y por cuarenta y ocho años, ha servido siempre en ese país, salvo por una breve estadía en Quito, Ecuador. Comenzó en una escuela agrícola, luego en otras casas, después en La Paz, donde se convirtió en Director, pero experimentó con pesar la envidia de algunos de sus hermanos. Las obediencias lo llevaron a servir en numerosas casas en todo el país: en Cochabamba, en Sucre, nuevamente en La Paz, dedicándose principalmente a la formación, en el trabajo con novicios y posnovicios y aun con prenovicios.

Mirando todo su recorrido, el Padre Laredo afirma: “Haciendo una evaluación de todos estos años, considero que no pude hacer lo que tenía en mente cuando pedí ir en misión; pero entiendo que los planes de Dios son diferentes a los nuestros”.

Por eso, hoy, como mensaje para sus hermanos, concluye: “Cuiden su relación personal, diaria e íntima con Dios. Y si van en misión, no tengan sus propios proyectos, pónganse a disposición para hacer lo que Dios les vaya pidiendo”.

InfoANS

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