El dinero es un elemento esencial de la vida cotidiana. Y como cada empresa humana, las actividades misioneras también necesitan recursos financieros. El dinero es preciado y como tal es un recurso significativo para anunciar el Evangelio a quienes no conocen a Cristo, incluso en los centros urbanos y en los países de antigua tradición cristiana. El dinero es como la rueda de un vehículo. Sin dinero, la obra de evangelización no puede avanzar y desarrollarse. Se necesita dinero para construir estructuras y gestionar programas. Para llegar a las periferias y abrir nuevas fronteras, los misioneros necesitan recursos para su sustento y para nuevas iniciativas.
La importancia del dinero en la actividad misionera de la Iglesia y de nuestra Congregación ha hecho posible que personas verdaderamente bendecidas por Dios compartan sus bendiciones. Sabiendo que ellos mismos no pueden ir a las misiones, si no fuese por aquellos que con gusto apoyan nuestras actividades misioneras. Los donantes ayudan porque creen en nuestro trabajo misionero. Pero los donantes y las agencias donantes pueden tener preferencias e ideas sobre cómo usar su dinero. A menudo, para asegurar el apoyo financiero continuo, las opiniones e ideas de los donantes o de las agencias donantes se incorporan a un proyecto local.
Por el contrario, el dinero también representa una amenaza potencial para nuestras propias actividades misioneras. Cuando el misionero fomenta la dependencia paternalista, los lugareños esperan pasivamente recibir ayuda en lugar de contribuir activamente a sus propias necesidades. Asimismo, cuando se tiene en alta estima a los misioneros porque se los percibe como una fuente de beneficios materiales, se crea un abismo social entre ellos y aquellos a quienes llevan el evangelio. A veces los benefactores o donantes insisten en proyectos que les interesan más que en las necesidades reales de la evangelización y el contexto misionero local. Cuando esto sucede, el dinero o los proyectos crean dificultades que potencialmente pueden obstaculizar en lugar de mejorar el trabajo de evangelización.
Los misioneros que provienen de entornos económicamente más desarrollados pueden sentirse privados de las comodidades simples de la vida que se pueden obtener en el lugar de donde provienen. Por otro lado, puede suceder que desde el punto de vista de los lugareños, los misioneros sean percibidos como ricos porque pueden buscar fondos para sus proyectos, poseer vehículos y disfrutar de comodidades que los lugareños ni siquiera pueden soñar. Esto conduce a una imagen distorsionada del misionero y se dificulta el anuncio del Evangelio. Por lo tanto, está claro que uno de los desafíos más importantes en la actividad misionera es cómo administrar el dinero, porque las cuestiones relacionadas con el dinero pueden favorecer o dificultar el anuncio mismo de la persona de Jesucristo.
El camino a seguir es promover la gestión corresponsable (stewardship) entre todos los sujetos interesados: benefactores, donantes, misioneros y población local. La gestión implica mantener estándares aceptados de rendición de cuentas y transparencia, mantener registros en papel para que los auditores y contadores puedan verificar el uso del dinero, el cumplimiento de las normas financieras gubernamentales y la integridad ética y moral. De hecho, vincular las actividades misioneras con la stewardship del dinero refleja el valor mismo del dinero.
El mismo Don Bosco recibió mucho dinero de los bienhechores. Sin embargo, su vida estuvo marcada por la austeridad, el trabajo duro y el servicio generoso a los demás. Insistió en el sentido de la stewardship: “Acordaos bien que lo que tenemos no es nuestro, sino de los pobres; ¡Ay de nosotros si no hacemos buen uso de ello!” (MB V, 450). Hoy es fundamental que el misionero salesiano evite todo lo que tenga el aspecto de contratestimonio de la pobreza mediante la práctica de la templanza en el uso de la comida y la bebida, la sencillez en el vestir. Utilizar el dinero con responsabilidad, rendir cuentas de cómo se ha gastado y no tener cuentas personales, cuidando que las cuentas institucionales tengan al menos dos signatarios (Reg 59, 55, 56,187). Porque, el dinero es importante, pero eso no es todo. Es un recurso que se debe utilizar moral y éticamente para anunciar el Evangelio con mayor eficacia.