Desde el principio, a la luz del artículo 91 de las Constituciones Salesianas, el Consejero General para la Pastoral Juvenil subrayó que la finalidad de los Ejercicios Salesianos es abrir los ojos, despertar la mente y examinar el corazón. Las meditaciones y celebraciones diarias se centraron en la lectura orante y comunitaria de la Palabra de Dios (Lectio Divina). Más que un método de lectura creyente, era una escuela de espiritualidad en la que cada salesiano podía acercarse al texto propuesto y hacer su propia experiencia de Dios. A partir de ahí, se pusieron de relieve algunos "elementos arquitectónicos" de la vida religiosa, de la vocación salesiana y de la identidad apostólica salesiana.
Los cuarenta y siete participantes apreciaron la Lectio Divina como un itinerario antiguo con nuevas posibilidades personales, comunitarias y pastorales. El Padre Miguel Ángel García Morcuende los invitó a interpretar diez relatos del Nuevo Testamento con un itinerario sencillo y claro. Este constaba de unos pocos pasos: lectura, meditación, oración, contemplación y compromiso. Así, los Directores se comprometieron personalmente a hacer vida la Palabra escuchada en sus realidades locales.
A través de la Palabra, Dios llega al corazón. Por eso, la fuerza de la espiritualidad y de la acción pastoral del salesiano será exactamente proporcional al lugar que la Biblia ocupe en su vida y en su pensamiento. Es el Señor de la historia quien nos sostiene y nos invita a la fidelidad y a la fecundidad. Él cuida de su "resto", mira con misericordia y bondad su obra, y sigue enviando su Espíritu Santo. Cuanto más nos acerquemos a la Palabra de Dios, más capaces seremos de vivir el futuro con esperanza.
Los Directores destacaron cómo estos Ejercicios Espirituales fueron una experiencia de comunión en la fraternidad, donde la caridad pastoral se hizo presente para vivir atentos, para conocer lo que pasa en el mundo, para tener los ojos y el corazón abiertos a lo que es más urgente para el Reino. Los salesianos revivieron el amor que Dios les tiene; la misma gracia que alimenta al salesiano, la libertad interior, el desprendimiento total y la disponibilidad para la misión. Un amor que libera y hace posible la consagración en pobreza, castidad, obediencia y fraternidad.
