Lo dicen en su lengua: "Raha tsy miaritra ny fohoriana isika, dia tsy hiditra ny Fanjakan'Andriamanitra", que significa: "Si no soportamos el sufrimiento, no entraremos en el Reino de los Cielos". El pueblo malgache vive y afronta los sufrimientos de la vida cotidiana con gran confianza en Dios y con una alegría inexplicable aun cuando se ve la miseria en la que viven muchos.
La preparación de la Fiesta va precedida de una seria preparación espiritual, el tiempo de Cuaresma, durante la cual los cristianos malgaches organizan retiros y la preparación de los catecúmenos a los sacramentos, confesiones, retiros espirituales, visitas a las cárceles (la de menores de Anjanamasina y muchas otras), visitas a los enfermos en los hospitales, apoyo a los jóvenes y niños que han abandonado la escuela, compartir con los pobres y, especialmente este año, con las víctimas de los huracanes Batsirai, Freddy y Cheneso.
"Como joven sacerdote salesiano, pasé los cuatro primeros años de mi vida sacerdotal en la misión de Madagascar y sigo positivamente marcado por el fervor del pueblo malgache en la fe, la caridad y la esperanza. Nunca en mi vida he confesado y acompañado a tanta gente (jóvenes y adultos) como en Madagascar", testimonia el padre Florent Dembele, salesiano maliense, que ahora trabaja en el Colle Don Bosco, en las obras salesianas del Piamonte.
"La misión es abundante en esta isla y siento que Dios llama a abrir nuevos horizontes a este pueblo y especialmente a los jóvenes que constituyen dos tercios de la población. El entusiasmo y la hospitalidad de los jóvenes y de los adultos me han ayudado a vivir mi vocación salesiana, mi misión, y a estar al servicio de todos".
La Iglesia malgache es una Iglesia que camina en la fe en Dios, en la caridad (hacia sus pobres) y cultiva la esperanza de la vida eterna. Por esta fe, caridad y esperanza, la Pascua se celebra en Madagascar como una fiesta de la esperanza, una fiesta de la familia. La Pascua se celebra con la mayor sencillez, una sencillez generosa que refleja el amor y la fraternidad de las primeras comunidades cristianas.
Los malgaches no tienen costumbre de quejarse, ni se resignan. Aceptan la vida con optimismo. Para los malgaches, no hay separación real entre la vida y la muerte. La cruz (es decir, el sufrimiento, las dificultades, etc.) forma parte de la vida cotidiana. La muerte física es solo una pérdida temporal. Por eso los malgaches consideran a los muertos parte integrante de la familia de los vivos; nunca se les olvida en ella. La confianza en la providencia es lo más importante en la vida de los malgaches. Esto no significa que no tengan visión de futuro; al contrario, son laboriosos, audaces y vigorosos.
Con la esperanza de resucitar, Madagascar celebra la llamada "Famadihana", la veneración de las reliquias de los familiares fallecidos. Cada año, esta celebración se organiza de un pueblo a otro y de una familia a otra. La celebración de la Famadihana tiene lugar después de Pascua, como testimonio del deseo de ver a los hermanos y hermanas fallecidos compartir la gloria de Jesús.
Aunque para muchos la práctica de esta tradición sigue siendo arcaica, los cristianos malgaches practican esta tradición ancestral como testimonio de la estrecha relación entre la fe cristiana y su cultura. En este sentido, la inculturación mantiene su singularidad.