“Ir al Congo y encontrar esa pobreza desnuda, mirar a los muchos necesitados, también nos hará bien a nosotros. Y también dará a conocer al mundo esa situación, que ni siquiera yo conocía antes de mi viaje por África el verano pasado, que para mí significó también agradecer a la vida que me ha dado tanto” añadió el salesiano precisa que el término “reforzar” lo usa varias veces,.
Lo dice con ese acento típico que es el mismo que el del Papa Francisco: “Sí, yo también soy de Argentina, en diciembre estuve en el Vaticano para encontrarme con el Papa, él sabe lo que llevamos adelante haciendo en el Congo”.
Una presencia, la de los salesianos en la República Democrática del Congo, que se remonta a 1911, cuando los Hijos de Don Bosco fundaron la primera misión, dedicándose inmediatamente a la educación de los niños.
En cambio hoy, explica el padre Antúnez, "tenemos una variedad de compromisos misioneros, desde oratorios hasta parroquias, desde grupos sociales hasta el cultivo de huertas. Y siempre, quiero recalcarlo, en los pueblos donde vive la gente más pobre. Para nosotros estos son los destinatarios de las misiones, siempre en el espíritu de Don Bosco. Mis hermanos podrían haber tomado otra decisión, irse a otro lado, pero eligieron la pobreza extrema, la más necesitada. Y cuando fui al Congo pude tocar esa pobreza que ni siquiera se puede describir”.
Por eso, subraya el presidente de “Missioni Don Bosco”, es urgente dar respuesta a muchas necesidades, empezando por las de los niños: “Ahora, por ejemplo, estamos construyendo otra escuela porque muchos no tienen educación. Por supuesto, tendrán que caminar muchos kilómetros para llegar a ella, pero al menos tendrán una oportunidad. Porque si bien podemos darles comida, vestido y medicinas como lo hacemos, sobre todo somos educadores, con la decisión tomada, como decía antes, de vivir entre ellos”.
Durante su viaje por África, una de las realidades de pobreza extrema que vivió en primera persona fue la de Mbuji Mayi: “Allí hay 4 millones de pobres y sólo el 20% tiene agua y luz. He visto gente siempre caminando en la oscuridad. Ahí no hay que pensar en quién sabe qué: hay que dar de comer a esos niños, llevarles agua".
En esa misión conoció al padre Mario Pérez, un venezolano que lleva más de 40 años en la República Democrática del Congo, quien ha seguido de cerca los casos de violación de los derechos de los niños, en particular el fenómeno de los "niños brujos", a menudo huérfanos, discapacitados, albinos acusados de brujería. Niños obligados a abandonar sus hogares y vivir en las calles. Los salesianos frecuentan las calles todos los días para poder contactarlos y convencerlos de que los acompañen al centro de protección y albergue donde puedan garantizarles atención médica y alimentación. Posteriormente, intentan integrarlos en un camino educativo, al que se suman jornadas dedicadas a compartir y jugar con los demás niños que hospedan.
Y luego están las mujeres, las madres: “Su situación es desastrosa, las ayudamos dándoles la oportunidad de cultivar huertas, para que puedan alimentar a sus hijos y puedan vender algo en el mercado”. Para las niñas y madres en dificultad los salesianos también están realizando programas de formación profesional y en los últimos meses se han graduado 166 jóvenes como costureras, peluqueras y cocineras.
Pero la situación general sigue siendo, cuanto menos, desastrosa, también desde el punto de vista sanitario: el Covid-19, además del ébola que reaparece periódicamente y la malaria, que en Congo provoca incluso más muertes que otras enfermedades.
Un cuadro ante el que los salesianos no retroceden ni un milímetro, al contrario, al que responden intensificando su esfuerzo misionero, como por ejemplo en territorios donde todavía existe la explotación de menores en las minas.
“Nuestros misioneros –el padre Antúnez retoma el concepto que tanto le gusta– están convencidos de lo que hacen y de cómo lo hacen. Por supuesto, también hay un sentimiento de impotencia y una gran preocupación por la supervivencia de tantos niños, de tanta gente pobre. Pero miramos al futuro. Y nuestro futuro se ve reforzado por muchos benefactores en todo el mundo. Pero ahora será reforzado sobre todo por la visita del Papa Francisco, un gran pontífice misionero, que camina por nuestro mismo camino”.