Padre Nicola ¿Cuál es la situación actual y que actividades están realizando?
Nuestras escuelas técnicas e incluso los internados están vacíos, pero decidimos permanecer junto a la población local. Esto nos permite llevar a cabo actividades para el empoderamiento socioeconómico de las mujeres, los jóvenes y los grupos vulnerables. Otra actividad que continuamos es la capacitación de los maestros sobre las cuestiones de la migración irregular, a fin de crear una cultura de planificación a conciencia sobre la cuestión educativo-profesional. Con la ayuda de benefactores hemos distribuido a las familias pobres herramientas agrícolas, semillas, fertilizantes.
Por otra parte, los medios de comunicación nos permiten ofrecer subsidios para la formación espiritual y humana e invitar a momentos de oración en la comunión espiritual. Quedarse con la gente nos ayuda a prepararnos para la pospandemia.
Uno de los mayores problemas de la zona es el tráfico de niños: ¿qué respuestas ofrecen ustedes?
Lamentablemente, el fenómeno está muy extendido en esta región y va acompañado de otras atrocidades y violaciones como el trabajo en régimen de esclavitud, utilización de niños soldados, violencia y explotación sexual, comercialización de órganos humanos. En Ghana, la Iglesia Católica siempre ha sido un baluarte para la defensa de los derechos humanos. Los Salesianos, junto con la Iglesia de Ghana, organizaciones civiles y diversas ONG, hemos abierto el “Centro de Protección del Niño” en Ashaiman hace tres años, que alberga a niños que se recuperan de manos de los traficantes, para asistirlos, reeducarlos y cuando es posible devolverlos a sus familias.
¿Qué desafíos nos plantea esta pandemia a la fe?
Una primera impresión es que los católicos se sorprendieron con las medidas del lockdown. Pocos cristianos tienen teléfonos, y hasta los que tienen no pueden tener una buena conexión a Internet. Te encontraste teniendo que rezar solo en tu casa.
Ha habido casos originales de párrocos que han instalado altavoces en el territorio de la parroquia y a través de este medio transmitían el Rosario, la Santa Misa, las enseñanzas bíblicas y la información sanitaria.
Muchos grupos católicos también han donado equipo hospitalario y alimentos para los necesitados del país.
Como sacerdote, comparto con sencillez una nueva forma de existencia; una fuerte llamada a vivir la Santa Misa como centro de nuestra vida; una “comunión mística” con los enfermos; ser un facilitador de la solidaridad.
Me parece que la imagen pastoral más elocuente puede ser la puerta abierta de nuestras capillas de adoración al Santísimo Sacramento. En estos meses esas puertas nos han puesto ante la presencia constante de Cristo Eucarístico, que lleva nuestros asuntos terrenales al corazón del Padre.
