De pequeño era buen estudiante pero reconoce que su ambiente en casa no era el mejor. Su madre había vivido en la calle y trabajaba cruzando migrantes ilegales a Estados Unidos, y su padre se alistó en el Ejército, así que creció solo y desde pequeño participó en fiestas donde el alcohol y las drogas estaban normalizadas.
Empezar a despistarse en los estudios, ser calificado de “burro”, “disfuncional” y “drogadicto”, y en la adolescencia conocer a alguien 6 años mayor hicieron el resto durante los peores años de la violencia en Ciudad Juárez. Sin darse cuenta se vio en una pandilla y con un arma en las manos, con marihuana a su alcance y teniendo que defender de cualquier manera el territorio.
Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. En sólo cinco meses de 2009 mataron a seis primos, un cuñado y a su mejor amigo. Él era muy parecido a su primo y en varias ocasiones lo confundieron con él, la última, cuando los sicarios irrumpieron en el velatorio para asegurarse de que habían acertado con la víctima. En ese momento decidió huir, esconderse y alejarse de la violencia.
Desde 2003 compone rap. La argumentación, la crítica social y la ética se han convertido en sus armas. Tiene tres álbumes publicados, una decena de vídeos en Youtube y está a punto de acabar un libro.
En casa no eran religiosos y sólo tenían un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ante el que rezaban cuando sus padres se peleaban. “Nos lo pedía nuestra abuela y funcionaba, porque dejaban de discutir”. Desde pequeño empezó a frecuentar uno de los oratorios salesianos en Ciudad Juárez, el Don Bosco, y desde 2003 se dedica al rap con su firma Ponce PX1. En una ocasión, un salesiano le pidió en una misa que improvisara el Padrenuestro en forma de rap y fue un éxito.
Su carrera no hace más que ascender, pero ni olvida sus raíces en los barrios de la periferia ni quiere dejar su trabajo de estar junto a los jóvenes para que tengan la segunda oportunidad que a él nunca le dieron. “Yo tuve que deconstruir mi vida para entender todo a mi alrededor y darme cuenta de los errores, pero también de las oportunidades que tenía delante de mí y ahora ya sé que no puedo parar y quiero seguir ayudando a los demás”, destaca Eric, que sueña con triunfar también más allá de la frontera que representa Ciudad Juárez.
Alberto López Herrero