Un día cualquiera apareció en su rudimentaria vivienda un joven, algo así como un Bartolomé Garelli indígena, con una propuesta ingenua: - “Padre, quiero vivir en tu casa para que me enseñes a leer”. No era un chiquillo sino un mozalbete hecho y derecho, analfabeto y pobre.
Al poco tiempo llegó otro joven, y otro, y otro más. En poco tiempo se formó un grupo de entusiastas por el aprendizaje elemental. Se acomodaron, trabajaban el terreno adyacente, acompañaban al padre en sus visitas a las aldeas. Y por la noche se apasionaban con el misterio de las primeras letras.
La estrecha vivienda del P. Antonio debió alargarse y ensancharse poco a poco para acoger a los que seguían llegando. La pequeña y singular “escuela” de un solo maestro comenzó a tomar forma hasta adquirir un flamante nombre: Centro Don Bosco.
Treinta y siete años después, aquel oratorio al estilo de Don Bosco ahora es un árbol gigantesco con tres enormes ramas: la primera, en Raxruhá; la segunda en San Juan Chamelco y la tercera en Tzacanihá en las afueras de San Pedro Carchá. Esta última es la madre de las otras dos.
Los tres centros escolares, en régimen de internado, albergan a dos mil estudiantes de ciclo básico y bachillerato. Allí adquieren aprenden en los talleres de albañilería, electricidad, carpintería, computación y música.
“Una casa salesiana sin música es un cuerpo sin alma”. En los Centros Don Bosco la música ocupa un lugar privilegiado: tres bandas musicales con 184 ejecutantes, numerosos grupos de guitarra, canto coral por robustas voces de más de un millar de jóvenes.
A este grupo juvenil acuden jóvenes sumamente pobres que provienen de comunidades indígenas, muchas de ellas muy lejanas. La oferta educativa es gratuita, aunque algunos contribuyen con modestos aportes económicos.
Si de estilo salesiano se habla, el deporte es esencial para los muchachos. Entre los tres centros hay 17 campos de futbol, 10 de basquetbol y 18 de volibol. Una pista para carrera, muy utilizada, sube y baja por un bosque cercano.
En los Centros Don Bosco no hay personal asalariado para mantenimiento, limpieza o cocina. Los mismos jóvenes se encargan de estos y otros servicios. Tampoco hay muros. Los diversos edificios de administración, talleres o aulas están esparcidos inteligentemente en espaciosos ambientes boscosos.
Para tener una idea aproximada de la magnitud de estos originales centros salesianos, baste decir que a diario se consume treinta mil tortillas, el alimento básico del indígena; tortillas elaboradas por las familias cercanas.
El personal asalariado se compone de 225 empleados. Otros 170 orientadores auxiliares, la mayoría exalumnos, combinan su variada colaboración con estudios en centros universitarios cercanos.
Si Don Bosco visitara esta joya salesiana, probablemente se preguntaría intrigado: ¿Cómo hicieron para trasladar íntegra mi obra de Valdocco a este lejano lugar?
Por: Heriberto Herrera