Algunos de los chicos y chicas que van al “Campamento Savio” se divierten tanto que quieren seguir asistiendo a él incluso como adultos, y convertirse en animadores. Es el caso de Albert Serrano, quien empezó a ir al “Campamento Savio” cuando era niño y volvió durante muchos años en el tiempo de verano. Si le preguntas por qué, Albert simplemente responde con simplicidad que es “para ver a sus amigos todos los días y estar con ellos durante todo el verano”.
Se divirtió mucho, a través de los juegos y de los viajes que pudo hacer gracias a este campamento de verano salesiano; pero no fue solo la diversión que experimentó lo que le hizo enamorarse profundamente de esta experiencia; sino que quedó impresionado al ver lo mucho que se divirtieron y lo felices que fueron los jóvenes que trabajaban como animadores y como voluntarios.
En una época en la que es muy fácil para los niños y jóvenes pasar los veranos en la casa, tumbados en el sofá, con el celular en la mano, o jugando a videojuegos o viendo videos en Internet, es bueno ver que hay menores emocionados por salir de la casa y pasar sus días junto a sus amigos y acompañados por sus educadores.
Lo que más destaca para los que llegan como visitantes al “Campamento Savio” es la sonrisa en los rostros de los chicos que visitan. En general, lo que hace que los muchachos regresen al Campamento durante años son las amistades profundas que forman.
Lo mismo ocurre con los animadores. Servir juntos es una gran manera de hacer amistades rápidamente y de largo tiempo. Y a través del servicio a los chicos, el campamento de verano salesiano les da la oportunidad de asemejarse más a las figuras religiosas a las que admiran y en los que creen.
Don Bosco dedicó toda su vida a los niños, a los muchachos y a los jóvenes, y para ellos formó el Oratorio: una casa, una escuela, una iglesia, un patio. El “Campamento Savio” sigue la misma receta: al igual que Don Bosco, se compromete a poner de relieve la excelencia de cada muchacho que participa. Y los animadores, en su servicio, sacan todo lo que son y entregan toda su vida en poco tiempo.
Cuando los animadores tratan a los niños y jóvenes como si fuesen Jesús y Don Bosco, dándoles tiempo, atención y amabilidad; ellos mismos se enriquecen en la fe.
Sean Wilk
InTouch
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