Los jóvenes del Camerún arriesgaron todo por todo, y partieron aun “cuando el mar parecía más seguro que la tierra” y ahora están abiertos al diálogo. No fue difícil, todo lo que se necesitaba era una pelota, un juego, una charla. La acogida es bella señaló uno de los muchachos de Camerún, “es que solo se hace acogida cuando es bidireccional: acoger significa abrirse al otro y dejar que el otro se abra a ti”.
Así es como uno de estos jóvenes acogidos en Santeramo deja a todos sin palabras, con su testimonio: “Es aterrador no tener una roca a la que aferrarse. Sé lo que significa cruzar el mar, aplastado en una barca o en un bote, entre los gritos de los niños y los gritos de las madres. Entre las olas que te empujan al agua con la muerte en tu corazón sabiendo que nadie te espera y que no puedes volver atrás.
También sé lo que significa ser salvado y bienvenido, pero no todos han tenido suerte como yo, como nosotros. Y esos cuerpos en la playa, en el mar, nunca podré arrancarlos de mi corazón y de mis ojos.
Rezo porque esta noche seamos nosotros los que te salvamos, porque Dios dio a su único Hijo para salvarnos a todos nosotros, y a ti, porque somos su familia. Su familia somos todos nosotros, el mundo entero sin fronteras, sin odios, sin rencores y sin divisiones. Porque Jesús es el amor en el que debemos basar nuestras vidas, nuestros hogares y nuestras familias. Gracias”.
Durante el testimonio hubo personas de todas las edades, completamente diferentes entre sí, pero todas animadas por la curiosidad y la certeza de que hay algo que va más allá de los números y las noticias. Detrás de estos jóvenes hay realmente un mundo por descubrir y fue agradable tener la oportunidad de explorar una parte de este mundo.