“La realidad en Amazonas es muy difícil – explica Miguel Alvarenga – ya habíamos informado de ello en los encuentros previos a la misión, pero como jóvenes no creíamos que todo sería así, sin embargo; a pesar de los contratiempos, como los pantanos, los viajes en avión, el barco y las 29 horas de viaje, manifestó que lo que no faltaba era la fuerza de voluntad para superar todos los problemas. Lo que ayudó a no rendirnos fue el recuerdo de los salesianos que pasaron por esos lugares. Ir hoy a las misiones de Maturacá fue mucho más fácil que hace 90 años. Hacer todo por el Reino de Dios vale la pena”. Según Celso Dias, fue una experiencia muy bella y comprobó que los ancianos se en portugués y se sentía contentos porque los visitantes eran salesianos.
Miguel Alvarenga, coordinador de JMS Campos dos Goytacazes destacó el entusiasmo juvenil y la fuerza de querer cambiar el mundo. Celso, por su parte, destacó que lo que queda de esta experiencia es la superación. “En cierto modo nada es imposible cuando uno tiene fuerza de voluntad. Lo que la persona realmente necesita es tener fe y comprensión de que Dios puede hacer cualquier cosa”.
Ambos regresan a sus casas y a sus grupos con muchos proyectos para el resto del año. Miguel tiene la intención de continuar algunos proyectos misioneros: “Tengo un gran sueño de hacer voluntariado, ya sea en Angola o en otra realidad”. Por su parte, Celso expresó que quiere centrarse un poco más en su vida personal, pero no dejará el grupo JMS y seguirá aportando mucho más.
La presencia salesiana en las misiones indígenas tiene más de cien años y se sitúa a unos 900 km de la capital. Manaos, en la región del medio y en el alto Río Negro, los Salesianos tienen cinco presencias misioneras.