Los últimos años han sido realmente difíciles. Los números de este nuevo conflicto que oprime al país durante estos cinco años, hablan por sí solos: más de 300,000 víctimas, enormes flujos de refugiados, pero sobre todo, poco comida. Alrededor del 60% de las personas, un porcentaje que se duplicó desde 2014 hasta la fecha, no sabe dónde y cuándo tendrá una comida, mientras que en algunas áreas del país, incluso están en riesgo de una hambruna. Las tasas de desnutrición han alcanzado niveles extremos. Más de 1 millón de niños se encuentran desnutridos y 250,000 personas corren el riesgo de morir por inanición.
Según los datos de UNICEF, de los 3,4 millones de niños nacidos en Sudán del Sur desde la independencia hasta la actualidad, unos 2,6 millones nacieron en estado de guerra: no conocen otro contexto que el conflicto, el miedo y la violencia.
En esta realidad de gran sufrimiento, los salesianos intentamos ayudar a la población local tanto como sea posible. Se construyen escuelas, se capacitan maestros, se promueve el acceso al tratamiento y a la salud, se le ofrecen medicamentos para quienes no tendrían otras alternativas para proteger su salud.
Un servicio importante está dirigido a refugiados y a las personas desplazadas. En Juba, los salesianos tienen una gestión directa en un campamento de refugiados, donde se encargan de todo. Son los responsables de distribución del agua, de los alimentos, de la ropa, desde la administración de vacunas hasta la provisión de oportunidades educativas.
En el país existe la Fundación “Opera Don Bosco”, que apoya el trabajo de los Salesianos con dos proyectos: uno de apoyo a distancia destinado a ayudar a algunos niños y jóvenes en situación de pobreza extrema y dificultades sociales; y otro, basado en un programa de desarrollo educativo para niños y jóvenes, llevado a cabo mediante la construcción de escuelas y de la formación de docentes.
Dondequiera que haya más necesidad de ayuda, los Salesianos no se detienen, siguen dando la soluciones.