Por: Mirko Bellis
“Primero emigré a finales de 2013. Partimos en un auto desde Accra y llegamos a Agadez, en Níger. Llegamos posteriormente a Saba en Libia donde me secuestraron durante un mes. Solo me soltaron cuando mi familia pagó el rescate. Una vez libre, continué mi viaje a Trípoli”. Es el testimonio atroz de Ofori Gyase Hendrus, un ghanés de 33 años.
Ofori pasó cuatro años en Libia antes de regresar a su país debido a problemas de salud. Le tomó seis meses internado en un hospital poder sanar. Actualmente ha encontrado una nueva oportunidad en su país: el curso de formación y capacitación en agricultura eco-sostenible organizado por los Salesianos y el VIS en Sunyani, una ciudad en la región de Brong-Ahafo.
“Aquellos que no llegan a Italia, Europa, sienten que han fracasado frente a su comunidad”, subraya Gianpaolo Gullotta, Cooperador del VIS.
“La principal causa de inmigración irregular para los jóvenes estadounidenses en Ghana es la falta de empleo”, narra Badu Christiana, de 30 años. “Pensé que también migraría. Emigramos porque estamos buscando una vida mejor. Sin embargo, una vez que hemos aprendido una profesión que nos permita vivir con dignidad, el deseo de partir o emigrar desaparece”.
En los invernaderos didácticos utilizados como un taller de capacitación práctica, los jóvenes aprenden a cultivar la agricultura biodinámica. “Quiero ser agricultor. Me prestaré dinero de mi familia y juntará con mis ahorros para poder estudiar”, dice Emmanuel Kwame Osei, un estudiante de 31 años.
“Ganar dinero en este lugar – manifiesta Badu - es la mejor manera de prevenir la inmigración ilegal”.
Los cursos de formación en agricultura sostenible en Ghana son solo una parte de los numerosos proyectos llevados a cabo por los Salesianos y el VIS en la campaña “Detener el tráfico de las personas: aquí se trata de seres humanos”.