Un buen salesiano hubiese pensado que quizás el espacio que ocupaban esas cajas eran espacio inutilizado y mejor sería utilizar para guardar alimentos para los muchachos de oratorio. Sin embargo, como dice la frase: a caballo regalado no se le mira los dientes; no se pierde nada en un país donde los niveles de pobreza han aumentado en estas dos últimas décadas. “... y lamentablemente la situación no está destinada a mejorar”, confía el P. De Nardi.
Sin embargo, tuvo que cambiar de opinión en cuanto a la previsión de la Providencia: unos meses más tarde, de hecho, las máscaras han demostrado ser uno de los productos más útiles cuando su parroquia también participó en la extraordinaria recolección de ayuda para las víctimas de la erupción del Volcán de Fuego del 3 de junio. Junto con vendas que había encontrado hacinados en contenedores, y protectores para los trabajadores y enfermeras, se acercó a la zona afectada para entregar las cosas recibidas. “Al parecer, la donación que el Señor me lo había enviado, no eran para mis feligreses”.
La erupción afectó directa e indirectamente a unas 1,7 millones de personas, causando un número indeterminado de muertes. Los departamentos de Escuintla, Chimaltenango y Sacatepéquez fueron los más afectados por la erupción. La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), que se encarga de organizar actividades para personas desplazadas, refirió unas 12,000 víctimas y más de 3,300 personas en refugios autorizados. Pero se cree que estas cifras son parciales.
La Iglesia se ha organizado para responder a esta emergencia nacional; las parroquias se transformaron inmediatamente en puntos de recepción de alimentos en toda Guatemala y en algunos casos (especialmente en las diócesis afectadas) incluso en refugios de emergencia para familias que se encuentran sin hogar.
Incluso la parroquia de San Benito donde trabaja el P. De Nardi ha organizado una colección en dos etapas para ayudar a los desplazados: la primera etapa consistió en la más inmediata y fue la recolectar alimentos y medicinas, el segundo era de recoger uy enviar dinero de todas las parroquias del Vicariato de Petén: “la respuesta fue muy generosa”, comenta el misionero.
Varias personas participaron en el llamamiento que hicieron las autoridades para proporcionar medios y materiales que puedan aliviar la angustia de las víctimas. “Es impresionante saber que toda la ayuda que los guatemaltecos están brindando está llegando a su destino. Es hermoso ver que los refugios cuentan con comida, agua y ropa. Vivimos muy lejos de las áreas afectadas por la erupción del Volcán de Fuego, pero compartimos las dificultades de cada día con las áreas afectadas por este desastre”.
Guatemala es el quinto de los diez países con más muertes reportadas debido a desastres naturales. En los últimos cinco años, ha sido devastado por dos terremotos realmente terribles; un huracán, una inundación, varios deslizamientos de tierra con más de 600 personas muertas, y ahora la erupción volcánica. Sin mencionar el desastre ecológico del río “La Pasión”, donde se arrojaron desechos tóxicos que causaron la muerte de todos los peces y la destrucción de toda la flora.
“A veces pienso que estamos tan acostumbrado al hecho de que todos los años tiene que ocurrir un desastre, y esa idea me aterra”, escribe el P. De Nardi. “Pero lo que más me impresiona es la generosidad del pueblo: un país pobre está mostrando en todas las situaciones de emergencia una grandiosa generosidad”.
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