Es sin duda uno de los mensajes más apropiados para este tiempo cuando por doquier se escucha que hay jóvenes que han perdido la esperanza, jovenes que vagan por el mundo sin sentido, jovenes que viven la vida como si todo terminase con ellos, jóvenes que tienen miedo al compromiso y a la fidelidad, jóvenes que han cerrado su vida y sus corazones a Dios.
Sin embargo se escuchan voces diversas y muy positivas sobre los jóvenes. “Los jóvenes de la generación actual están haciendo una revolución religiosa silenciosa, pero decidida. Suscitan interrogativos entre los cristianos y no tienen miedo de manifestarse como tales. No quieren dejarse intimidar ni constreñir al silencio... Los jóvenes provenientes de África, de América Latina, Asia y del Oriente viven su fe como una emancipación y una liberación en Dios…” explicaba el sacerdote siquiatra T. Anatrella – y en este sentido, el Rector Mayor insiste y llama a los jóvenes a vivir la felicidad como los grandes santos y coloca a Santa Ediht Stein como modelo de oración. “Ella había decidido conscientemente en su adolescencia dejar toda expresión de oración”, para luego componer aquella hermosísima oración; “Déjame Señor, seguir ciegamente tus senderos. No quiero buscar comprender tus caminos… si me llamas al ofrecimiento en el silencio, ayúdame a responder, haz que cierre los ojos a todo lo que soy, para que, muerta a mí misma, no viva sino para Ti”.
El Rector Mayor invita a los jóvenes a la búsqueda de la felicidad. “Yo les pido que busquen la felicidad, pero les digo que esta felicidad tiene un nombre y un rostro concreto: Jesús de Nazaret – e insiste – El camino de encuentro con el rostro y la persona de Jesús hay que hacerlo de un modo sencillo: por medio de la oración”.