La Sra. Teresa, nació en Burundi. Nunca fue a la escuela. A los 6 años, perdió a su padre y tuvo que trabajar en el campo. A los 14 años, la convencieron para realizar un viaje a Bukavu, oficialmente para una visita, pero en realidad la entregaron a un congolés que la obligó ser su esposa.
El marido, un hombre violento, la abandonó en 2007, después de tener 9 hijos. Tres de los hijos murieron a temprana edad. Mamá Teresa comenzó un pequeño negocio, pero su pequeño capital se perdió por una enfermedad. Como muchas otras mujeres, comenzó a trabajar nuevamente cargando bolsas de arena para construir su propia casa.
Realizó este trabajo durante algunos años y se enfermó nuevamente. No tenía trabajo, pero debía pagar el alquiler y las tarifas escolares para sus hijos. Tres de los hijos mayores tuvieron que trasladarse donde su padre. Ella se quedó con Marcelline de 12 años, con Jeanne de 10 años, y un niño discapacitado de 8 años.
“Cuando se apareció para pedirnos ayuda, vimos que ella pasaba la noche en una pequeña choza con sus hijas. Las hijas acababan de terminar la escuela primaria. Trabajaban recogiendo botellas de plástico y las llenaban con agua para venderolo en el mercado, recibiendo a cambio un poco de yuca”, narra el P. Piero Gavioli, misionero de 33 años en la República Democrática del Congo.
Al no poder recibir a la familia en el Centro Salesiano, debido a la falta de espacio, el P. Gavioli ayudó a mamá Teresa para alquilar una habitación, poner dos colchones, cuidar de sus hijas, hacerla curar y sobre todo; cuidar del hijo discapacitado. Le entregó una pequeña suma de dinero para que iniciase un negocio de venta de frijoles y buscar una escuela para las dos niñas. Las dos hijas fueron acogidas al curso de corte y confección.
Otro futuro es posible para Mamá Teresa y su familia.