El mensaje mira con preocupación sobre todo a la condición de la minoría musulmana de Rohingya, radicada en el estado de Rakhine, en el oeste del país, pero cuyos miembros están dispersos en muchos campos de refugiados de todo el país.
En los últimos días han aumentado los enfrentamientos entre el ejército y aquello que viene definido el “un grupo militante de los musulmanes Rohingya”. El 14 de noviembre, fuentes gubernamentales anunciaron la muerte de al menos 30 combatientes de Rohingya.
De acuerdo con “Asia News”, las fuerzas de seguridad han acordonado la zona de Maungdaw, en el estado de Rakhine, en la frontera con Bangladesh, y ha impedido la entrada de ayuda humanitaria y observadores independientes. Desde principios de octubre, el balance de los muertos es unos 60 rohingyas y 17 soldados del gobierno que han muerto. El ejército sigue pasando de pueblo en pueblo y los observadores de “Human Rights Watch” denunciaron unas 430 casas de refugiados de Rohingya que han sido incendiados sin ninguna razón. Se trata de los peores enfrentamientos en el estado desde 2012, cuando las víctimas fueron asesinadas por centenares.
Por otra parte, en el complejo mosaico que conforma el pueblo de Birmania - en el país hay más de 130 grupos étnicos - persisten otros conflictos civiles: en el norte en el estado de Kachin, en la frontera con China, donde el ejército está luchando con los rebeldes del “Ejército de la Independencia de Kachin”; y al este, en el estado de Karen, con la minoría étnica del mismo nombre.
En el mes de agosto se llevó a cabo en Panglong una conferencia de paz, el más importante organizado en el país desde 1947, el mensaje del líder religioso soto lineaba que “la pesadilla de la guerra continúa. Más de 200.000 personas son desplazados internos. A los viejos conflictos, se añaden otros nuevos. Con la presencia de refugiados prolifera el tráfico de seres humanos, el fenómeno de las drogas y la violencia que amenaza con explotar en las comunidades. Los conflictos internos han causado un sufrimiento crónico de miles de personas, desalentando el desarrollo humano y han causado mucho resentimiento”.
La llamada concluye afirmando que “Myanmar necesita una sola religión hoy: que es la paz, es nuestra religión común (...) Somos hermanos y hermanas”.
