En la misión de Clairvaux, como se conoce comúnmente, ha estado activo por más de veinte años el Padre Erminio de Santis, quien recientemente ha enviado una carta en la que cuenta mucho sobre la misión y sus satisfacciones. Escribió el misionero:
"Les cuento un episodio reciente: vino a saludarnos un joven que se graduó el año pasado, se llama Rivo, vino junto con su gemelo Rija. Rivo ha seguido el curso de electricista y Rija el de mecánico automotriz. ¡Me contó que su hermano trabaja como mecánico, mientras que él y todos sus compañeros de curso, quienes hicieron prácticas en una gran empresa del sector eléctrico, ahora trabajan allí con un contrato regular, y que la empresa, que está buscando más trabajadores, ya ha reservado lugares para los egresados del curso de este año!
Son noticias que alegran el corazón, pensando especialmente en las condiciones de partida de estos jóvenes: Rivo y Rija fueron obligados a alejarse de casa siendo muy pequeños debido a su padre alcohólico, violento y desempleado, mientras que su madre, enferma, no podía mantener a la familia. Viven con su abuela en una pequeña casa que solo tiene el nombre de hogar... pero ahora se han convertido en el sostén de la familia, ¡con gran satisfacción!"
El Padre de Santis, salesiano originario de Borgo Velino, en Italia Central, lleva cuarenta años dedicado a las misiones salesianas en Madagascar. Durante estas cuatro décadas se ha entregado por completo a los jóvenes malgaches, sirviendo en la Visitaduría "María Inmaculada" de Madagascar (MDG) de diversas maneras y con una amplia variedad de responsabilidades, incluso como Ecónomo, Delegado para la Comunicación Social, Superior y Consejero. Desde hace veinte años trabaja en el centro salesiano de Ivato "Notre Dame de Clairvaux", que fue también el primer centro al que llegó hace cuarenta años.
"En todos los trabajos que he realizado he procurado entregarme por el bien de estos jóvenes pobres y de la gente del lugar donde me encontraba –continúa el Padre de Santis–. En estos años de misión nunca he perdido la alegría de trabajar como misionero, ni la esperanza de ver florecer la Congregación, a pesar de las dificultades de todo tipo que he encontrado en el camino".
El Padre de Santis llegó a la Gran Isla Roja en 1983, después de dejar el cuidado del oratorio "Santa María Auxiliadora" en Roma. "Inicialmente, no fue fácil, por el impacto del choque cultural y social, al llegar a un mundo completamente diferente y para mí totalmente desconocido, ¡de hecho impensable! –relata–. Todavía me sorprendo hoy, al hablar con los jóvenes, al descubrir sus formas de ver las cosas, de razonar, de entender las relaciones familiares".
"Pero estoy cada vez más convencido de que el Evangelio de Jesús y el Carisma de Don Bosco también son para ellos –profundiza el misionero–. La Congregación Salesiana tiene un futuro prometedor aquí, donde los jóvenes más necesitados no necesitan ser buscados, porque ellos mismos vienen hacia nosotros con determinación y con una esperanza sincera y grande".
Al concluir sus reflexiones, el Padre de Santis afirma: "Fue difícil trabajar en un país que lucha por salir de una grave pobreza y construir un Estado de derecho. Pero pude contar con la ayuda de la gente, que siempre nos ha percibido como amigos, benefactores de sus hijos, sacerdotes dedicados al servicio eclesial, promotores de iniciativas de desarrollo y de acompañamiento de la gente en las misiones que nos han sido confiadas. Ahora este pueblo y esta cultura se están convirtiendo en mi patrimonio cultural y espiritual".
Para más información, visite el sitio: www.missionidonbosco.org
