Nacido en Loja en diciembre de 1957, conoció a los salesianos a través de la parroquia “Cristo Rey” que su familia frecuentaba cuando él era pequeño. Entró joven entre los salesianos, a los doce años, para asistir al aspirantado. “Pero en esa época no tenía ninguna intención de ir a trabajar en las misiones, incluso porque no sabía aún qué significaba ser misionero” relata hoy.
No tuvo que esperar mucho para descubrirlo: de hecho, después de algunas experiencias de servicio en las actividades de verano con los jóvenes, ya durante la fase del tirocinio, su Inspector lo envió entre los indígenas Shuar, donde permaneció por tres años.
Después de pasar por otra misión indígena, la de Bomboiza, llegó a Taisha, donde los salesianos tenían el encargo de cuidar la pastoral de sesenta y cuatro comunidades indígenas. “Éramos solo dos para encargarnos de ello: yo tenía treinta y cuatro años, y el otro misionero, el Padre Roldofo Toigo, originario de Italia. Los restantes treinta. Después de tres años, sin embargo, él murió en un accidente y tuve que encargarme yo de las sesenta y cuatro comunidades. Y me quedé allí por nueve años, en total” relata.
Director y Ecónomo, por ocho años, también en la misión de Yaupi, regresó nuevamente en 2017 a Taisha, y desde 2018 reside de nuevo en Bomboiza, sirviendo a los jóvenes indígenas como Director y Párroco. “Pero ya llevo seis años allí, el proyecto que seguía se ha cerrado y el Inspector tiene la intención de encomendarme un nuevo desafío” reporta con propositividad.
Entre los Shuar no se limitó al trabajo educativo y pastoral: él mismo aprendió mucho y ahora conoce bien sus culturas, símbolos, rituales. “Para ellos, por ejemplo, el Bautismo tiene un gran significado, mientras que no comprenden en profundidad el valor de la Confirmación. Y el matrimonio tiene ritos muy originales: cuando un hombre se casa con una mujer, se le concede el permiso de sentarse en la chimbí, la silla reservada al jefe de familia”.
Sin embargo, tampoco allí faltan las dificultades pastorales. “A veces algunos matrimonios no duran mucho; y en cuanto a los salesianos, en cien años de trabajo entre los Shuar, solo hemos tenido dos vocaciones sacerdotales” señala el Padre Loaiza, quien también se preocupa por la cultura local, en riesgo de perderse. “Existe el peligro de que la cultura se pierda. Actualmente, los jóvenes hablan más español que las lenguas locales”. En este sentido, sin embargo, el compromiso salesiano es fuerte: “En la misión cultivamos la literatura Shuar, celebramos Misa y rezamos las Laudes en Shuar”.
En conclusión, ofreciendo a los otros miembros del curso los legados de su experiencia misionera, el Padre Loaiza afirmó: “En la misión debemos estar disponibles para aprender: es necesario tener apertura de mente y de corazón, no podemos ir con la presunción de quien cree saberlo todo”. Y aún más: “El gran secreto es cuidar la propia espiritualidad, es otro aspecto importante. Sin esto corremos el riesgo de desanimarnos, porque quizás esperamos resultados inmediatos que, en cambio, no vemos”.
