Cuando el pequeño Luis vio la luz, en 1932, España estaba casi al borde de la ruinosa guerra civil que habría de desgarrar al país. La familia Chamizo Fajardo, en cambio, podía considerarse un pequeño laboratorio de conciliación y diálogo, si se piensa que su padre era comunista, mientras que la madre era católica.
A los siete años, el futuro salesiano ya había experimentado la guerra y dos mudanzas – de Madrid a Albacete y de vuelta – ya que su padre, mecánico aeronáutico, fue primero militarizado como comandante en la ciudad castellana, pero luego, con la llegada de las Fuerzas Nacionales, tuvo que regresar a Madrid para trabajar en varias empresas como autónomo.
De nuevo en la capital, comenzó a frecuentar el oratorio salesiano de la Ronda de Atocha, y a los quince años, junto con otros tres amigos que ejercían como catequistas, comenzó un nuevo oratorio, que hoy es la escuela “Domingo Savio” en el barrio de San Blas (entonces Cerro de la Vaca).
Fue en esa época que sintió la vocación de servir a los jóvenes en la educación y en la evangelización a través del estilo de Don Bosco. La primera vez que expresó a su padre el deseo de seguir este camino, él no lo tomó bien: “Después de un profundo silencio, me dijo: ‘Si me lo vuelves a preguntar, entonces sal por la ventana’. Y nosotros vivíamos en un cuarto piso…” cuenta el salesiano, hoy de noventa y un años.
Durante algunos años más esperó: a los veintidós años fue al servicio militar, donde estuvo durante diecinueve meses. Luego, terminado el servicio militar, en 1955, hizo los Ejercicios Espirituales con los estudiantes de teología y al final dio el gran paso ingresando al noviciado de Mohernando, en Guadalajara, en el año 1956, teniendo como padrino, confesor y Director espiritual al Padre Rómulo Piñol.
La historia de este salesiano “mayor” luego se aceleró: después del trienio de Filosofía, obtuvo la dispensa para hacer solo un año de tirocinio, y fue ordenado sacerdote en 1967. Después de su ordenación sacerdotal, se convirtió en responsable de estudios en el aspirantado de los Coadjutores en Madrid, “San Fernando”, donde permaneció tres años. Desde allí pasó a ser Responsable Inspectorial de Vocaciones, cargo que también mantuvo por tres años.
Incluso posteriormente, mientras el Padre Chamizo llevaba adelante los diversos cargos de educador, que el Inspector le asignaba, crecía en él la vocación misionera. Sin embargo, sus superiores seguían asignándole otras obediencias. Finalmente, se decidió: durante un viaje a Salamanca, él y otro salesiano, el Padre Antonio Días del Pozo, escribieron una carta directamente al Rector Mayor, en ese momento Don Egidio Viganò, pidiendo poder ir a Bolivia. Pasaron apenas quince días y llegó la respuesta, que le concedía la obediencia para partir precisamente hacia el país andino.
Desde hace treinta y siete años, el Padre Chamizo reside y está activo en la Inspectoría “Virge de Copacabana” de Bolivia (BOL), donde ha servido en numerosas comunidades: en tres obras de Cochabamba, en La Paz y finalmente también en Santa Cruz, donde reside actualmente. Ha sido Director de varias de estas casas y ha acompañado como Delegado Inspectorial a los grupos de la Familia Salesiana, de los Salesianos Cooperadores y de los Exalumnos.
Dondequiera que haya trabajado, ha llevado su servicio dedicado y atento a los más necesitados, especialmente a los jóvenes. “Entre las cosas de las que estoy más orgulloso – ha contado aún en su compartir – está la de haber contribuido a la fundación de las Escuelas Populares Don Bosco”, una red que hoy cuenta con varias obras profundamente salesianas, dispersas por todo el país y dedicadas a la educación de miles de chicos y chicas entre los más necesitados.
Pero El Padre Chamizo se escuda y afirma: “Nosotros dimos el primer paso, el resto fue obra de la Divina Providencia”.