Soy David Eyenga, tengo veintinueve años y soy originario de la República Democrática del Congo. Fui enviado a Bolivia en 2021 como miembro de la 152ª Expedición Misionera Salesiana y ahora estoy haciendo mis prácticas en la comunidad de Kami.
En general, Bolivia es un país cristiano, donde la gente está abierta a los demás. A nivel particular, dependiendo de los departamentos, es un país rico en diversidad cultural, lo que significa que en cada provincia o departamento existe una forma propia de relacionarse, especialmente en lo que se refiere a la hospitalidad, las comidas, las danzas y otras realidades locales. En otras palabras, puedo decir que cada departamento tiene su propia mentalidad sobre ciertas cosas, a todos los niveles.
Como primer misionero salesiano africano en Bolivia (junto con Rolphe Paterne Mouanga, misionero en Santa Cruz), mi experiencia hasta ahora ha sido positiva, y especialmente marcada por la alegría de ser acogido por los hermanos de la Inspectoría. Esto significa que soy muy bien recibido y aceptado con cariño por los hermanos locales y los misioneros con los que ya estoy compartiendo la vida.
En efecto, la disminución de las vocaciones en todo el país, y en particular entre los Salesianos, sigue siendo un reto importante. Hay muchos jóvenes, pero no se sienten preparados para servir a Dios como religiosos en la Iglesia. De hecho, prefieren servir a la Iglesia, pero de otra manera.
Desde que estoy en Bolivia, he vivido en dos departamentos, Chuquisaca y Cochabamba. En este sentido, la apertura de algunos jóvenes y laicos hacia otros, los extranjeros, cambia mucho de un departamento a otro. Es decir, quienes viven en la ciudad, por ejemplo, tienen la capacidad de aceptar y convivir con otros, aunque no falta la curiosidad y la reticencia cultural. En cambio, los que aún viven en zonas algo periféricas, y sobre todo los que nunca han tenido la oportunidad de convivir con un extranjero, tienen cierta reticencia hacia ellos en los primeros tiempos, pero a medida que se acostumbran se vuelven muy abiertos. En otras palabras, es un proceso que requiere mucha paciencia.
Actualmente vivo en un pueblo que conecta varias zonas mineras, donde la población es acogedora, aunque los fieles católicos no participan mucho en las diversas actividades litúrgicas. En cuanto a los jóvenes, prefieren trabajar en las minas para ganar algo de dinero antes que venir a misa o servir en la parroquia.
En conclusión, estoy muy contento de mi experiencia misionera en Bolivia como salesiano africano, y pienso implorar siempre a Dios que suscite vocaciones para responder a su llamada en esta tierra sudamericana.