"Tiene flores blancas, puede crecer mucho y convertirse en un verdadero árbol, ¡y es buena de los pies a la cabeza!", informa el misionero. De la moringa en realidad no se tira nada, y este proyecto semi-industrial consiste en "cosechar y secar las hojas en un proceso sencillo pero largo".
Luego, como en una fábrica, las hojas secas se procesan, y se pasan por una sofisticada máquina, para convertirlas en té negro, con bolsitas y envase final, o en "polvo de moringa", un polvo superproteico que sirve de complemento alimenticio y enriquece las sopas.
La financiación del proyecto, incluida la flamante maquinaria para envasar los productos, vino hace tres años de la Cooperación Alemana y desde entonces ha proporcionado empleo a treinta familias pobres de la región y ha mejorado la vida de muchas más personas.
"Las plantas de moringa crecen muy bien en nuestra zona -asegura el salesiano-. El polvo se utiliza para cocinar, como una harina, ¡y además proteínica! Pero le hemos añadido la marca, ¡la firma de nuestro Don Bosco!".
Un ejemplo de cómo se puede salir de la pobreza, incluso en un país juzgado sin esperanza en los años noventa.
Sierra Leona, extraordinariamente rica en bosques y bellezas naturales, como el Parque Nacional de la Selva Tropical de Gola, en el sudeste del país, es uno de los Estados más interesantes de África Occidental. Sin embargo, tiene una historia turbulenta. "Fuera de aquí nos conocen por tres fenómenos", confirma el Hermano Richard, "los diamantes, los niños soldado y el ébola, pero está claro que Sierra Leona no es solo eso".
"Los salesianos trabajamos con los jóvenes, siguiendo las enseñanzas de nuestro fundador", concluye el Racca, "lo que hacemos es darles la oportunidad de labrarse un futuro, incluido un empleo, enseñándoles un oficio gracias a las escuelas profesionales. Aquí es donde empieza el éxito de todo un país africano como Sierra Leona, además de la educación".