El Hogar Don Bosco es uno de los cuatro centros salesianos de acogida para menores que forman el Proyecto Don Bosco en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). El programa se fundó en 1991 y la Casa Don Bosco fue el primer refugio que se abrió. Acoge a 75 menores, de entre 5 y 17 años, divididos en tres grupos y que reciben atención las 24 horas del día. “Son menores en situación de vulnerabilidad, huérfanos o que no ven a sus padres desde hace mucho tiempo”, explica Mónica.
El Proyecto Don Bosco ha sabido responder en sus 32 años de vida a las necesidades de la ciudad de Santa Cruz en el aspecto de la atención integral, promoción y protección de derechos de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes en situación de vulnerabilidad. Ha especializado sus intervenciones y ha realizado cambios significativos en las diferentes etapas, unidades, servicios y programas que ofrece.
En todos los hogares salesianos llama la atención “la felicidad que se respira al llegar. Siendo niños con una vida tan complicada, sorprende la alegría con la que afrontan todas las situaciones. Es como vivir en una gran familia con muchísimos hermanos”, destaca Mónica, que hizo labores de educadora en el hogar. “Preparaba desayunos, los acompañaba en el aula, comía con ellos, ayudaba a vestirlos, organizaba actividades de entretenimiento… como cualquier madre”, destaca la voluntaria.
A lo menores nos les falta cariño ni atenciones. Mónica recuerda que “comen cinco veces al día y están rodeados de amor. Tienen ropa, material escolar y no les faltan detalles por su cumpleaños. Los educadores y los voluntarios se vuelcan con ellos y muchos benefactores también ayudan al hogar. Los chicos son una lección de vida y un ejemplo continuo, yo creo que ni en los países desarrollados los padres pasan tanto tiempo con los hijos como nosotros en el hogar”.
Mónica se encargaba del grupo de los más pequeños, menores de 9 años. “Hacíamos teatros, bailes, decorábamos las aulas… no era fácil hacer actividades con ellos al ser tan pequeños, pero disfrutábamos mucho y les ayudaba emocionalmente”.
La voluntaria de Misiones Salesianas recuerda dos situaciones que tocaron de manera especial su corazón: “Uno de los niños, por falta de dicción, no pronunciaba bien algunas letras. Le ofrecí leer conmigo en voz alta y nunca faltó. En poco tiempo mejoró mucho y empezó a venir acompañado de otros menores que esperaban su turno para leer en voz alta”.
La segunda situación que recuerda Mónica es mucho más emotiva: “Adoptaron en el hogar a dos hermanos que son gemelos. La primera noche hubo muchas lágrimas del resto de menores, pero después de la ducha y de la cena, uno de los niños se me acercó y me preguntó ‘dónde estarán ellos ahora…’ pero también me dio la respuesta: ‘Seguro que nos estarán echando de menos’”.
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Fuente: Misiones Salesianas