Por sus ojos, siempre sonrientes y llenos de gratitud, uno nunca pensaría que vivió un infierno: Mustafa ya ha visto tantos horrores. Y un trozo de su corazón se quedó en Kabul, en su Afganistán. Con la toma de poder por parte de los talibanes en agosto de 2021, se vio obligado a huir con su familia: como todos los de la etnia Hazara (chiíta), perseguidos por el régimen. La decisión fue tomada en un instante, era la única posible para tener alguna esperanza: un tuit les salvó la vida y luego, en coche, de noche, tapados para que no los reconocieran, hasta Pakistán.
Aquí encontró refugio con su esposa, su hijo recién nacido en Kabul, el otro de 4 años y sus suegros: 21 días de espera, después el avión que los llevó a Italia y una nueva vida. Mustafa, ingeniero especializado en construcción, está aquí desde 2021 y obtuvo el estatus de refugiado hace unas semanas, al igual que el resto de la familia. Entre un saludo y otro, a sus amigos salesianos en viale don Bosco, donde fue hospedado y vive con su esposa, hijos y suegros, encuentra la fuerza para contar su historia.
“Cuando los talibanes tomaron el poder sabíamos que estábamos en peligro, teníamos que salir del país lo antes posible. A través de mi cuñada y de una periodista, activistas de la Afghanistan Women’s Political Partecipation Network, se envió un tuit a Maria Grazia Mazzola, periodista Rai, que se movió al instante. Nuestro segundo hijo estaba por nacer, esos días eran un caos, mi esposa dio a luz en Kabul y luego huimos a Pakistán, viajamos de noche, las mujeres solo tenían destapados los ojos, estábamos con miedo. Después de 21 días partimos para Italia, gracias a ese tuit". Ahora Mustafa está realizando el Servicio Civil con los salesianos, se ocupa de las actividades de los muchachos: pronto comenzará a trabajar en una empresa constructora.
Empieza como trabajador y luego, por qué no, podrá aspirar a una titulación como laque tenía en su país: aspira al mismo grado, ya lo está intentando a través de una universidad online. Desde que está aquí nunca ha dejado de estudiar: cursos tras cursos de italiano, para tratar de comunicarse bien. Y lo consigue, aunque con el italiano no sea tan fácil.
“Agradezco a los salesianos -dice-, que nos han tomado de la mano en los momentos más difíciles de nuestras vidas, porque nos dan un lugar donde vivir y me ayudan con el trabajo. Para nosotros son hermanos, son amigos, son nuestra familia”.
“Cuando llegaron el año pasado, justo antes de Navidad -explica el padre Francesco Galante, director de la obra de Macerata- fue para nosotros un signo de la Providencia. Imagínense encontrarse frente a una familia con un bebé de poco más de un mes. Eso nos hizo dar cuerpo a la bienvenida, con todo el esfuerzo que sigue: ir al médico, a la comisaría, luego las huellas dactilares, acompañarlos al supermercado con carne halal, etcétera... Al mismo tiempo fue una lección para nosotros: nos enseñó a no asfixiar a los invitados colmándolos de mil bondades. Vemos que no son migrantes económicos, fueron arrancados de su tierra, un día vivieron normalmente y al día siguiente estaban prófugos y luego albergados en un país con otra cultura, obligados a verse tratados con solidaridad, a ser huéspedes. Nos dimos cuenta de que la hospitalidad nos exige escuchar a los que llegan".
Antes de entrar en el Servicio Civil, “si Mustafa nos hubiera visto trabajando y de casualidad no le hubiéramos pedido que nos ayudara, se ofendería -prosigue el padre Galante-. Tiene un gran deseo de hacer, siempre está disponible. Se ha hecho amigo de todos aquí". Y de hecho, además de socializar los voluntarios, Mustafa y su familia lo hicieron con los universitarios que viven en el piso contiguo al de ellos.
La “Rete Umanitaria della società civile” fundada por Mazzola, esta también integrada por los Salesianos por las APS Sociales, el "Grupo Abele" de Don Ciotti, la Unión de Mujeres en Italia, las Iglesias Cristianas Evangélicas Bautistas, la cooperativa "Una Città non basta", la asociación "Federico nel cuore". Gracias a la Red, 11 núcleos familiares fueron recibidos en Italia.
Fuente: Il Resto del Carlino
