“¡Regresé muy, muy feliz! -comenzó padre Ángel-. Casi seis años después de haber visitado Malawi y Zambia, pude comprobar cómo la Inspectoría sigue haciendo un hermoso camino carismático, una verdadera misión salesiana, con los más pobres. Encontré tanta serenidad, un Consejo de la Visitaduría bien armonizado y una Visitaduría bendecida con tantas vocaciones”.
Al recordar los acontecimientos ocurridos recientemente durante su Visita a la Visitaduría ZMB -realizada en compañía del Consejero para la Región África-Madagascar, el padre Alphonse Owoudo- el 10º Sucesor de Don Bosco habló de los extensos encuentros con los jóvenes del Movimiento Juvenil Salesiano, con unos 200 participantes tanto en Hwange, Zimbabue, como en Kabwe, Zambia. En su paso por Hwange destacó el encuentro con los miembros de la Familia Salesiana y en particular el testimonio de fe y vitalidad espiritual ofrecido por los Salesianos Cooperadores llegados a ese destino desde Namibia tras recorrer 800 km y desde Malawi viajando unos 1.200 kilómetros
Como digno heredero de Don Bosco, su pensamiento pronto recordó a los tantos niños y niñas que encontró: “Jóvenes de gran madurez, de fuerte belleza espiritual… ¡Me impactó encontrarlos a las 7 de la mañana rezando el Rosario! -dijo-. Y al mismo tiempo jóvenes llenos de simpatía contagiosa, cordiales, llenos de cariño”.
Entre todos los chicos que conoció, el Rector Mayor quiso mencionar a uno, por un episodio que quedó indeleble en su corazón: en su estancia de tres días en Hwange siempre lo saludaba un chico de 12 años, que junto a muchos otros como él, vestía pobremente, no estaba muy limpio y se encontraba descalzo. El último día de su estancia en esa localidad, cuando el padre Ángel se despedía de todos los presentes, el muchacho le tendió la mano y le entregó lo que quería que fuera un homenaje: una simple piedra, recogida del suelo y un papel que la acompañaba, con la inscripción: "Mi nombre es Sean".
El Rector Mayor, emocionado, le dio las gracias y se llevó la piedra y el papel, asegurándole que los guardaría en su oficina, incluso una vez que se traslade a Turín.
“La cara de Sean todavía me conmueve. ¿Qué habrá oído este chico para pensar que tenía que darme un regalo, aunque fuera a costa de entregar una simple piedra, sin tener nada más que donar? Esto nos habla verdaderamente de cómo nosotros, en nuestra misión educativo-evangelizadora, podemos tocar el corazón de los niños, a veces de una manera que ni siquiera sabemos”.
Por eso, reflexionando sobre el futuro de la Visitaduría, también a la luz de los numerosos salesianos actualmente en formación inicial, el Rector Mayor comentó cuanto sea necesario seguir discerniendo dónde será posible abrir nuevas comunidades, teniendo en cuenta cuáles son las necesidades reales y las posibilidades de desarrollo del carisma, así como mantener y cultivar el espíritu misionero y la atención a los más pobres presentes.
Por último, cabe mencionar la entrevista que el Rector Mayor concedió al padre Christopher Kunda, Delegado Inspectorial para la Pastoral Juvenil de ZMB, antes de su regreso a Roma. En esa ocasión el padre Ángel habló más sobre la vida y el futuro de la Vistaduría: “Encontré mucha vida: vida misionera, vida compartida con los jóvenes, el deseo de estar cerca de los pobres, serenidad entre mis hermanos, cariño entre los niños... Este es un tiempo de Gracia de Dios para esta Visitaduría. 40 años después de su primera presencia, casi 25 años después de su nacimiento, ya que puede tomar decisiones valientes, proféticas, identificadas con la clarividencia”.
“Sería una pena vivir tranquilos: debemos vivir en paz, pero con el fuego del deseo, como Don Bosco, como San Francisco Javier, con la voluntad de llegar allí donde aún nos esperan”, agregó.
E interrogado sobre sí mismo, concluyó: “Mi fuerza es que sigo amando profundamente a los jóvenes, me siento muy a gusto entre ellos, estoy enamorado de Dios, de Jesús y soy feliz con mi vida. Esto soy yo".