Nacido en 1914 en Kursk, en la antigua Unión Soviética, en el seno de una familia polaca, era hijo de Karol Klinicki y Katarzyna Kitlinska. Su padre era trabajador ferroviario y su madre funcionaria pública y era el quinto de los hermanos. Hizo su primera profesión en 1934 en Czerwinsk, la perpetua en 1939 en Rozanystok y fue ordenado sacerdote en Varsovia en 1943.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue hecho prisionero y pasó por tres campos de concentración nazis. "La mayor ayuda espiritual para nosotros fue la confianza en la Divina Misericordia y la oración", escribió el padre Klinicki en sus memorias, "A un paso de la muerte".
Después de la guerra, fue uno de los muchos misioneros salesianos polacos que partieron hacia América. Llegó a Estados Unidos, fue a Ecuador y en 1968, llegó a Brasil, para acompañar a los inmigrantes polacos del barrio Bom Retiro de São Paulo. Luego trabajó en el aspirantado de Lavrinhas, en Cruzeiro, y en Pindamonhangaba. Fue confesor de muchas generaciones de salesianos y durante varios años fue miembro de la comunidad de salesianos ancianos y enfermos de “Santa Terezinha”.
En 2020 recibió la medalla de San Pablo Apóstol, en la categoría de servicio sacerdotal, en reconocimiento a su compromiso de estimular y dar vida y energía al compromiso eclesial y pastoral de la Arquidiócesis de São Paulo.
“¡El padre Ladislao era un santo! - dicen hoy los Salesianos de la Inspectoría de São Paulo - ¡Era un hombre fuerte, humilde y de buen corazón, y era conocido por los dulces que repartía a niños y adultos! Fue autor de libros que narraban sus experiencias en los campos de concentración y preparó ayudas catequísticas que ofreció a salesianos y laicos. Su habitación era frecuentada por una multitud de pajaritos que comían los frutos y semillas que recibían en sus propias manos. Muy devoto de la Divina Misericordia, fue un gran apóstol de esta devoción tan querida por el pueblo polaco”.
“Damos gracias a Dios por la lluvia de gracias que nos ha dado en este hermano y sacerdote. Que su paso a Dios traiga un llamado de paz al mundo, especialmente a los pueblos eslavos, tan queridos por él, por haber nacido en territorio ruso y de familia polaca. Que Dios lo haga feliz y que ore por todos nosotros”, concluyen los Salesianos de São Paulo.