Todos los que conocieron a la Sierva de Dios, Madre Rosetta Marchese, estaban convencidos de que se encontraban ante una mujer del Espíritu Santo, que sabía intuir profundamente las conciencias y los corazones; una mujer inmersa en Dios, de quien percibía la Presencia y la comunicaba, signo vivo del amor de Jesús Buen Pastor y de la ternura de María Auxiliadora. Su belleza interior impactaba y generaba en las personas que la conocían el deseo de autenticidad evangélica, su testimonio contagiaba una renovación en el compromiso de santidad, radicalidad y alegría.
El encanto de su persona procedía de haber puesto su mirada sólo en Jesús, de haberse perdido en Jesús, en la Trinidad con el título de esposa. En una página de su cuaderno escribió: “Nuestra intimidad con Dios es fecundidad, es la fecundidad de la Congregación que necesita almas que sean esposas del Espíritu Santo”.
En una carta a Sor Luciana D'Auria, antes de los ejercicios espirituales en la Comunidad de L'Aquila, en preparación a su nueva misión como Inspectora de la Inspectoría romana, compartió su acercamiento espiritual a la nueva obediencia, que la interpelaba y le pedía para dar un paso más en la vida del espíritu y en el don de sí.
"Verdaderamente siento un punto de inflexión hermoso... Miro estas Directivas, creo que ahora son 'mías'; Veo detrás de ellas a todas las hermanas, a todas las almas que gravitan alrededor de las casas de la Inspectoría, y siento un gran deseo de llorar, pero es un llanto dulce, lleno de aniquilamiento y de gratitud hacia el Buen Dios: Él quiere expandir los espacios de caridad en mi pobre corazón, quiere dar a mi vida una capacidad mayor de servicio, de entrega más completa, de olvido total de mí misma. ¿No es todo esto muy bonito?”.
Precisamente por ser esposa de Jesús, Madre Rosetta se sintió madre fecunda, generadora y presencia acompañante. Su pasión educativa, vivida como maternidad, se sustentaba en una profunda interioridad. En su cuaderno deja una huella de su experiencia espiritual. Ella, con los ojos de fe, veía a Jesús poner en su regazo a las monjas, a los jóvenes, a los laicos de las comunidades educativas con los que se ponía en contacto para hacerlos crecer en la vida cristiana, en su respuesta vocacional y para nutrirlos en la vida divina
Su “presencia” era marcada de su seno acogedor como el de María, para engendrar en la vida de la Gracia a las personas que se le encomendaban. No es casualidad que el estilo de animación, gobierno y acompañamiento de Madre Rosetta estuviera imbuido de la maternidad y tuviera como motor su entrega total al Señor, al Espíritu Santo.
Así, Madre Rosetta experimentó en su vida "la fuerza generativa del carisma" que debe continuar dando vida plena también en lo inédito cotidiano de cada FMA, como indican las Actas del XXIV Capítulo General.
En el día en que se recuerda su nacimiento al cielo, que tuvo lugar el 8 de marzo de 1984, en este 150° aniversario de la fundación del Instituto, las Hijas de María Auxiliadora están llamadas, como educadoras, a ser cada vez más mujeres profundamente generativas, según la experiencia de las Fundadoras y de Madre Rosetta Marchese, que supo convertirse en madre presente, "amiga del alma" de muchos jóvenes. Con amor y libertad los acompañó y los ayudó a madurar en la vida adulta de la fe, como hace una madre con sus hijos, con la sabiduría de los pequeños pasos.
Fuente: CGFMAnet.org
