Llegada a Palabek solamente con lo puesto, Majok logró mantenerse ella y su familia vendiendo productos de té. Entretanto su vida cambió nuevamente cuando el gobierno anunció el primer caso de coronavirus en el país. “Recomenzaron mis sufrimientos, tuve que cerrar mi actividad y como consecuencia nos faltó comida. Ahora dependo de las ayudas”, dice.
Deng Ajiing es otra familia hospedada en Palabek. Ella se escapó en el 2017 con su hijo pequeño, también víctima de los enfrentamientos de Pajok, donde su marido fue asesinado y su hija abusada y asesinada por los soldados delante de ella. Se retomó de los traumas pero la pandemia ha empeorado nuevamente su situación. “Las cosas van realmente mal. He querido morirme para ir con mi marido y mi hija. Pero agradezco a las personas que me ofrecieron alimentos y apoyo emocional durante este período” cuenta.
En cambio Majok y Deng están etre los 46 mil refugiados, en su mayoría sudaneses de Palabek, una pequeña parte de los más de 1,4 millones de refugiados actualmente acogidos en Uganda. Personas que ahora con la pandemia sufren hambre debido a la interrupción de las ayudas, a la pérdida del rédito y al aumento de los precios de los productos alimentarios.
Los salesianos en Palabek por su parte intentan ayudar a los necesitados con alimentos, vestidos y otros bienes fundamentales, además del apoyo psicológico. “No podemos olvidarnos de los refugiados: están entre los grupos más vulnerables y el covid-19 les robó lo poco que tenían”, afirma el director de la misión salesiana interna en el campo, el sacerdote salesiano de India, Lazar Arasu. “Sufren porque son los más golpeados por la pandemia. Las raciones de alimentos se han reducido debido al aislamiento, pero estamos haciendo todo lo que podemos para ayudarlos en este momento difícil”.
Los salesianos están dando a los refugiados también semillas certificadas, fertilizantes y apoyo agrícola para encaminarlos a mantenerse por sí mismos. "Lentamente estamos encontrando soluciones para que los refugiados se vuelvan autosuficientes. Y por el mismo motivo hemos alquilado para ellos los terrenos de los vecinos ugandeses", explica.
El catequista Peter Jok, también él un refugiado sudanés, está empeñado en la distribución de mascarillas, jabón y desinfectantes para prevenir contagios. "Estamos preocupados, no queremos que ningún refugiado se contagie aquí, sería devastador. Los animamos a mantener la distancia social y a respetar las líneas guías del gobierno para combatir el virus", explica.
Don Arasu observa que las dificultades causadas por la pandemia podrían agravar ulteriormente las condiciones de salud mental de los refugiados. Por este motivo los salesianos ofrecen además informaciones, consultas, apoyo psicosocial y espiritual a los refugiados vulnerables del campamento. “Los refugiados tienen necesidad continua de nuestro apoyo y de nuestras oraciones. Sufrieron realmente tanto. Les estamos ofreciendo asistencia pastoral y consultoría psicológica para hacerlos sentir amados", concluye el padre Arasu.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) prevé que si no se toman medidas urgente para enfrentar la situación se registrará un serio empeoramiento de la nutrición y de la salud entre la población refugiada, especialmente entre los niños.
Fuente: Catholic News