Alrededor de las 10:30 de la noche, en la costa de Dahican, Winston y un amigo se acercan a las tortugas marinas, una especie considerada en “peligro crítico de extinción”. Los dos están de guardia en la playa, esperando a que las tortugas hembra lleguen a tierra para poner sus huevos.
“Solo el 30% de la gente del lugar aprecia lo que hacemos”. Winston se queja de que, a pesar de los avances en la protección del medio ambiente, varios empresarios y habitantes locales siguen considerando el mar como un recurso económico.
Winston pertenece a la asociación “Amihan sa Dahican”, un grupo de surfistas locales que ofrecen lecciones a los locales y a los turistas. Junto con sus tres hermanos, es responsable, entre otras cosas, de la protección de las tortugas marinas. Vigilan por la noche, incluso hasta las 2:00 a.m., esperando a que las tortugas lleguen a la costa; luego marcan el sitio del nido, desentierran los huevos recién puestos y los transfieren a un lugar seguro de los depredadores - naturales y humanos.
El grupo no solo protege a las tortugas. Lucha por una protección especial en la playa de Dahican y también se ocupan de algunos muchachos. Los ayudan en su formación, los alimentan y los educan para que estén protegidos en sus derechos.
“Todo esto, – explica Winston – se debe al hecho de que dos sacerdotes nos ayudaron a convertirnos en lo que somos ahora”.
El P. Franco Uras y el P. Leonard Mcmanus, son dos pioneros salesianos de Mati. Winston, junto con sus hermanos Juan, Pedro y June, es hijo de la señora que atiende a la comunidad Salesiana. Cuando quedaron huérfanos de padre, fueron los dos sacerdotes quienes los ayudaron y les dieron una educación.
“Nos llevaban a las misiones en las distintas capillas. Ayudábamos al P. Uras a plantar los árboles en el Centro Don Bosco – recuerda Winston vívidamente - El P. Mac nos llevó a Davao para estudiar y el P. Franco enseñó a mis hermanos a cocinar”.
“Hacemos lo que hacemos ahora porque los primeros Salesianos de Mati nos enseñaron el valor de una buena educación y de contribuir a la comunidad y al medio ambiente”.
Después de rastrear los huevos, Winston los recoge en su camisa y los lleva cuidadosamente a un área cerrada a medio kilómetro de distancia. Allí los entierra de nuevo. “Pasarán dos meses antes de que estos huevos eclosionen”.
Esas tortugas y esos jóvenes que los Salesianos de Mati han cuidado en los últimos se han abierto. Ahora los “guerreros” que hacen que la próxima generación, de tortugas y de jóvenes, tenga un futuro brillante y una vida generosa.