El P. Piero Gavioli, SDB, nos narra: “Desde nuestra llegada a Bukavu hace poco más de tres años, hemos elegido ofrecer una bienvenida amplia e incondicional a todas las personas. Durante el día, la puerta del Centro Don Bosco está siempre abierta. Tratamos de escuchar a los que vienen de afuera con sus problemas, que a menudo son: El dueño de la casa me ha echado porque no he pagado el alquiler de los últimos tres meses. Otro, puede quejarse de que tenía un pequeño negocio, pero se enfermó y perdió todo su capital para curarse. Alguno llegará muy preocupado para narrar el drama de que sus hijos no han comido el día anterior...”.
“Nuestra misión en este lugar – continúa –, es dar la bienvenida a los niños de las calles y tratamos de ofrecerles formación profesional gratuita. Además, con nuestros recursos, ayudamos a las familias a pagar las cuotas de la escuela, al menos de uno de sus hijos. Hemos ayudado a unos 507 estudiantes los años 2017 y 2018. Pero no podemos satisfacer todas las demandas de las familias pobres de Bukavu, porque nos falta...”
Sin embargo, a veces alguna historia de algún visitante desagarra el corazón y los salesianos no podemos dejar que se vayan con las manos vacías y sin darles alguna solución.
Sucedió con Rebecca, una madre de 8 hijos y viuda. Vino a pedir ayuda para su hijo menor, Joseph, que nació con hidrocefalia. La operación le costaba $ 500 y Rebecca no tenía de dónde conseguir el dinero. Llegó al Centro Don Bosco. Los salesianos pagaron la mitad de la operación y la otra mitad, lo pusieron los parientes. Actualmente, Rebecca sigue cargando bolsas de carbón y madera en su espalda para alimentar a sus hijos y que al menos una de sus hijas vaya a la escuela.
Otro caso especial es el de Chantal, de 24 años. Nacida en una familia de siete hijas, huérfana de padre a la edad de 14 años. Gracias al arduo trabajo de su madre y de algunos benefactores, llegó lejos en sus estudios. Pero cuando su madre murió el año pasado tuvo que dejar la universidad cuando había alcanzado el sexto año de Medicina. Los salesianos, viendo la situación, ayudaron a pagar una parte de los gastos y obtuvieron una beca. Chantal sigue estudiando medicina.
“Después de leer estas historias, uno puede comprender un poco mejor lo que hacemos en la misión con la ayuda que recibimos de muchas personas generosas. Todo lo que buscamos y todo lo que recibimos de los bienhechores y amigos, se los entregamos a los pobres y necesitados: sus nombres pueden ser Rebecca, Joseph, Chantal, Enock, Jeannot, Albertine, Marcelline y muchos otros”, concluye el P. Gavioli.