El P. Giacomin era un sacerdote salesiano conocido por mi familia, de manera especial por mis padres y mis abuelos. Tuve la fortuna de pasar unos meses en Anisakan con durante el tiempo del pre-noviciado.
Orábamos cada noche con su breviario. Todavía recuerdo que leía las “Memorias biográficas de San Juan Bosco”, como lectura espiritual, alrededor de un cuarto de hora todos los días. Mi conocimiento del inglés en el momento no era muy bueno, pero fue muy agradable escuchar que leía despacio y con claridad una claridad en el idioma y con un acento inevitablemente italiano.
Lo vi como un hombre humilde que vivió su vida salesiana a la medida de sus posibilidades. Fue un gran modelo para todos los Salesianos de Myanmar, y ayudó y orientó a muchas vocaciones. El P. Giacomin era muy sincero para dar un consejo si uno no hacía lo correcto. Era un religioso muy estricto, pero siempre con una sonrisa en los labios.
Hablaba el idioma birmano de manera clara y siempre estaba disponible para una broma con todos los que se encontraba en el camino. Se levantaba temprano para celebrar la Santa Misa y pasar un buen tiempo en oración y meditación. Fue un gran trabajador, que nunca perdía el tiempo.
El P. Giacomin era una persona muy dulce y cariñosa. Mostró el amor de Dios a todos los que conocía en su vida, y siempre saludaba a todos y trataba con respeto.
En la época en la que yo estaba en su comunidad, se desempeñó como enfermero para los estudiantes, los salesianos y los pobres en Anisakan. Siempre había muchas personas que se juntaban cerca de su pequeño dispensario, todas las tardes de la semana, para obtener algún tratamiento o recibir un medicamento de forma gratuita. Muchos de sus pacientes todavía lo recuerdan con cariño.
Nunca buscó el reconocimiento por su trabajo y siempre se mostraba feliz de hacer el trabajo encomendado lo mejor que podía. El P. Giacomin ha dedicado su vida salesiana a la población de Myanmar.
Creo sinceramente que ahora se encuentra con Dios, porque no hay otro lugar para él.