No tiene dudas don Felice Molino, 73 años, misionero salesiano desde hace 39 años en Kenia, sobre la importancia de hacer conocer al mundo el valor que tiene ayudar a los otros, especialmente si son menores, víctimas inocentes a quienes le robaron la infancia, la dignidad, todo tipo de derecho y no solamente el de la instrucción. Don Felice, que en Nairobi está empeñado con los otros misioneros salesianos en el Bosco Boys, donde los niños de la calle son recibidos y acompañados en el tiempo, se siente el papá de estos menores que se encuentran al margen de la sociedad y habla de ellos siempre con emoción porque quiere verdaderamente que tengan un futuro.
“El de los niños de la calle es un fenómeno que golpea un poco en todo el mundo, pero sobre todo en las grandes ciudades de África", afirma don Felice. "Muchos huyen de sus propias familias...".
Me impresiona siempre ver sus rostros marcados por las cicatrices, heridos por los golpes que reciben, de quienes les echaron de casa o por los jefes que los explotan. Y además por la suciedad en la que viven, la inmundicia en sus vestidos... Son situaciones de degrado y de gran abandono con las cuales la infancia africana tiene que vérsela todos los días.
Cada niño de la calle lleva consigo una historia de pobreza, de drama familiar, de violencia, persecución, y en muchos casos de desplazamientos forzados. Los misioneros de Don Bosco desde 1991 toman a pecho las historias de cada niño con los que tienen contacto al buscarlos por las calles
de las metrópolis. Ellos saben que hay familias que son tan pobres que mandan a sus niños por la calle para procurarse dinero o comida, y que en muchos casos son los mismos niños que se escapan de situaciones familiares de violencia y de extremo degrado.
Defender los derechos de los niños y de los últimos hace parte de la misión también de Giacomo Comino, conocido por todos como Jim, un salesiano con 50 años de misión en su espalda y muy relacionado con Sudán. En los últimos años se ocupó particularmente de Sudán del Sur, del "Proyecto escuelas" y luchó con todas sus fuerzas para llevar instrucción y transformarla en un instrumento de rescate para los más jóvenes de un país devastado por la guerra civil y embrutecido por violencias y abusos.
"Mi lugar es estar al lado de las familias más pobres y de los niños que viven en una situación de extrema pobreza y carestía. Quiero darles inspiración y esperanza para que tengan un futuro más humano, viviendo el espíritu cristiano".
Roberto Panetto es otro salesiano que en Camboya, en Sihanoukville, se ocupa de los menores explotados y en condición de gran vulnerabilidad. Después de 14 años en Tailandia, en las obras salesianas dedicadas a los jóvenes más necesitados, ahora desde hace algunos años está en Camboya, uno de los países con mayores problemas del mundo por el tráfico de niños.
Muchas niñas y muchos niños son objeto de explotación y no pocas veces obligados a prostituirse. Solamente en la capital Phnom Penh unos 23.000 niños viven en la calle, mientras que en el país existen unos 380.000 huérfanos que no logran tener el apoyo de sus familias para subsistir. Es un país donde muchos niños viven y mueren en las fábricas.
La pobreza y la incertidumbre social marcan la vida de los camboyanos desde pequeños; para ellos Roberto y los otros salesianos son una presencia constante de acogida, atención, ayuda, para reconquistar la dignidad y hacerles dar pequeños pasos hacia el futuro.
Fonte: Missioni Don Bosco