Con el Sínodo, durante las próximas tres semanas, se tratarán temas sobre la evangelización en una región difícil, pero también problemática de la salvaguarda de la creación y de la defensa de la dignidad humana.
Concelebraron la Santa Misa de apertura del Sínodo los nuevos cardenales, creados por el Papa Francisco el sábado 5 de octubre. La reflexión del Papa, de hecho, se basó precisamente en el tema del don que el Espíritu hace a los sacerdotes y a los obispos. “Somos obispos porque hemos recibido un don de Dios. No hemos firmado un acuerdo, no nos han entregado un contrato de trabajo “en propia mano”, sino la imposición de manos sobre la cabeza, para ser también nosotros manos que se alzan para interceder y se extienden hacia los hermanos. Hemos recibido un don para ser dones”, añadió.
El Papa Francisco instó a alimentar el fuego del Espíritu que, si no se mantiene vivo, se extingue y se cubre de cenizas. Y mientras el fuego de la fe debe ser alimentado, hay otro fuego que debe ser evitado: el fuego de los intereses. Esto, por el contrario, es un fuego devorador, un fuego que destruye, como el que ha devastado la Amazonia en los últimos meses. Este fuego, advirtió el Papa Francisco, que “el fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo”.
El Papa Francisco subrayó entonces la importancia del martirio por la fe y agradeció a Dios por la presencia de algunos cardenales mártires en el Colegio Cardenalicio. Es en el corazón de Jesús Crucificado, de hecho, donde debemos dirigir nuestra mirada, sintiéndonos llamados, todos nosotros, a dar nuestra vida.
En conclusión, el Papa Francisco dirigió un pensamiento a los “hermanos y hermanas que en la Amazonía llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia. Tantos hermanos y hermanas en Amazonía han gastado su vida. Permitidme de repetir las palabras de nuestro amado Cardenal Hummes. Cuando él llega a aquellas pequeñas ciudades de Amazonía, va a los cementerios a buscar la tumba de los misioneros. Un gesto de la Iglesia para aquellos que han gastado la vida en Amazonia. Y después, con un poco de astucia, dice al Papa: No se olvide de ellos. Merecen ser canonizados – y concluye el Papa – Por ellos, por estos que están dando la vida ahora, por aquellos que han gastado la propia vida, con ellos, caminemos juntos”.