No hay nada "dulce" en las calles de Luanda, excepto las sonrisas de los niños. Barro en la estación lluviosa, polvo en la estación seca, basura durante todo el año. Ninguna de estas chicas es "bemvinda" (bienvenida): la hospitalidad ha pensado bien en instalarse en otro lugar, en los barrios centrales de la capital, entre los espejos de los rascacielos y las embajadas de países extranjeros. La esperanza, por otro lado, está ahí, y es casi tierna.
Las historias de estas jóvenes, vividas y consumidas incluso antes de alcanzar la mayoría de edad, siguen una despiadada línea falsa: padres que abandonan a la familia o mueren, patrones violentos que las echan de la casa o las obligan a huir, madres que no pueden hacer frente a la vida porque carecen de medios económicos y de herramientas culturales. El camino que asumen se convierte entonces en el lugar natural para esconderse y lamer sus heridas.
Allí buscas a los que, como tú, las hermanas de la desgracia y los muchachos que viven entre la basura de Luanda, porque son los únicos que pueden darte protección. Les estás agradecido, te enamoras de ellos, saboreas un vago sentido de familia. Y luego te quedas embarazada. Nunca han visto de cerca un hospital o un centro de asesoramiento sanitario, no saben lo que es una visita prenatal, solo ves como se transforma tu cuerpo y no sabes qué hacer.
Por la noche, en las calles de Luanda, un equipo de salesianos conduce una furgoneta en busca de los “meninos y meninas da rua”. A bordo hay una enfermera y un educador, que pasan el tiempo tratando las heridas y hablando con ellos. A veces hay que llevar a alguien al hospital; otra persona se deja convencer para que vaya al centro salesiano donde encontrará una ducha y algo caliente para.
Pero hay una realidad dura, para los chicos y para las chicas no hay actualmente ningún centro y por eso los Salesianos están equipando uno, donde puedan tener una oportunidad de redención y ser atendidas, incluso si alguna de ellas tiene un hijo.
Para ofrecer esperanza a estas muchachas, hay que poner el corazón en ello, ser padres y madres para compensar su negada infancia.
Fuente: www.missionidonbosco.org