Por: P. Vicente Santilli, SDB
El P. Luis Bolla, SDB, nombrado como “Yánkuam” en Achuar, nació en Schio (Vicenza) Italia, el 11 de agosto de 1932 de una familia muy creyente. A los 7 años empezó a frecuentar el Oratorio salesiano. Las narraciones de los misioneros lo motivaron vocacionalmente. A los 11 y 12 años, en la capilla del Oratorio escuchó una voz que le decía: “Tú puedes ser sacerdote, y misionero. Caminarás mucho en tu vida”. Su sueño era vivir para siempre en alguna de las selvas del planeta, con la única finalidad de hacer conocer y amar a Jesús.
Con grande emoción, el 22 de noviembre de 1953 salió del puerto de Génova para Ecuador. Tenía 21 años. Aprendió rápidamente el español y la lengua Shuar para trabajar por la etnia. Ordenado sacerdote, le pide al Señor: poder aprender las lenguas indígenas, ir siempre a los lugares más lejanos y difíciles entre los indígenas, ser instrumento del Señor para que tengan el don de la gracia de Dios para salvarse.
Efectivamente al ver que los shuar estaban atendidos y los Achuar estaban abandonados, iluminado por Dios pidió entregarse a ese pueblo. A los superiores les solicitó: no ir a las misiones como conquistador, que respetaría y defendería sus tierras, que pudiera vivir como ellos pero conservando su identidad sacerdotal y religiosa, y confiaría plenamente en la Providencia sin pedir nada a los superiores.
Obtuvo el permiso de fundar la misión de Wichim con los Achuar. Estuvo 30 años en Ecuador y 30 en Perú. Llega al Perú en 1984 para trabajar en el Vicariato Apostólico de Yurimaguas. Le esperaban años de soledad y aislamiento debido a las distancias y a la falta de una comunidad religiosa.
Se identificó con el pueblo Achuar. Y, a pesar de los peligros y amenazas de todo tipo, no perdió nunca la confianza en Dios. Siguió investigando las costumbres, etnología y cultura de ese pueblo. Su misión principal era siempre anunciar el Evangelio a todos los Achuar a quienes quería como a hijos.
El P. Luis Bolla no limitó su labor a anunciar la Palabra de Dios, sino se esmeró para acompañar al pueblo Achuar en su organización, fomentó la educación, y cuidó de la salud y el desarrollo alternativo de este pueblo. Escribió muchos sobre esta etnia. El Rector Mayor aprobó el inicio de la causa de beatificación y canonización.
La vida de “Yánkuam” se ha apagado como una candela, pero su recuerdo permanece vivo, su testimonio ayudará a hacer “una Iglesia siempre en salida”.