La primera representación de la que se tiene registros en el ambiente oratoriano, data del 29 de junio de 1847, según las Memorias Biográficas de San Juan Bosco. El padre de la juventud había fundado el oratorio para enseñar oficios a sus chicos y alejarlos de las actividades delictivas, la pobreza y el desánimo.
Cuando se comenzó a dictar cursos regulares en materias como Lengua o Matemáticas, se produjo la transición de oratorios a colegios, los cuales se transformaron luego en internados.
Este es el momento y el lugar que Don Bosco considera adecuado para introducir el teatro como herramienta para la educación, la transmisión de los buenos valores y para lograr que los muchachos se mantuvieran en actividad durante el tiempo libre que les quedaba al finalizar sus tareas.
En el año 1858, el fundador del oratorio dio un paso más y escribió las “Reglas para el Pequeño Teatro”, un conjunto de 19 normas que aun hoy no pierden vigencia. Para sintetizar su contenido, basta con observar los objetivos que Juan Bosco pretende lograr con la representación teatral (que debe tener un “carácter didascálico”): “alegrar, educar, instruir, a los jóvenes sobre todo moralmente”.
Asimismo, se propone que las obras se conviertan en “escuela, medio de enseñanza de los principios católicos”. Para ello, deben ser “composiciones amenas y aptas para recrear y divertir, pero siempre instructivas, morales y breves”.
Aquí las “Reglas para el Pequeño Teatro”
1. La finalidad del Pequeño Teatro es regocijar, educar e instruir moralmente a los jóvenes en la mayor medida posible.
2. Se designa un director del Pequeño Teatro, quien debe tener informado al director de la casa, a su turno, sobre aquello que se desea representar y el día a establecer, y quien debe además convenir con lo mismo, tanto la elección de las representaciones como los jóvenes que deben subir a escena.
3. Entre los jóvenes destinados a representar se preferirá a los mejores en conducta, quienes de vez en cuando y para que sirva de estímulo, serán reemplazados por otros compañeros.
4. Aquellos que estén ya ocupados en el canto o en el sonido procuren mantenerse extraños a la actuación. Sin embargo durante los intervalos podrán declamar un trozo de poesía u otra cosa.
5. Tanto como sea posible, los directores de arte quedan liberados de representar.
6. Procúrese que las composiciones sean amenas y aptas para recrear y divertir, pero siempre instructivas, morales y breves. Lo demasiado extenso, además de prolongar las molestias de los ensayos, generalmente cansan al auditorio, hace perder el valor de la representación y provoca aburrimiento aun con las cosas apreciables.
7. Evítense aquellas composiciones que representen actos atroces. Se tolerará para alguna escena un poco seria, pero serán quitadas del medio las expresiones poco cristianas y aquellos vocablos que, dichos en otra parte, serían juzgados groseros o demasiado vulgares.
8. Que el director esté siempre presente en los ensayos, y cuando éstos se efectúen de noche no deberán prolongarse más allá de las diez. Una ver terminados, debe vigilar que cada uno vaya en silencio inmediatamente a descansar, sin entretenerse en charlas que son por demás dañosas y ocasionan molestias a aquellos que están ya descansando.
9. Que el director tenga buen cuidado en hacer preparar el escenario el día antes de la representación, de modo que no se deba trabajar en el día de la misma.
10. Que sea riguroso en procurar vestuarios decentes y de poco costo.
11. Que para cada entretenimiento esté de acuerdo con los jefes de sonido y de canto acerca de los trozos de música a ejecutarse.
12. Que no permita, a quienquiera que sea, que sin un justo motivo entre al escenario y menos todavía a los camarines de los actores, y además vigile que durante la representación no ser mantengan conversaciones particulares, y también que se observe la mayor decencia posible.
13. Que disponga que el teatro no moleste el horario acostumbrado y, habiendo la necesidad de cambiarlo, hable primero con el Superior de la Casa.
14. Que nadie vaya a cenar aparte; que no se den premios, señales de estima o elogios a aquellos que sean favorecidos por Dios con aquellas aptitudes para representar, cantar o ejecutar. Ellos ya son premiados con el tiempo que se les deja libre, y con las lecciones que se dan en su beneficio.
15. Que impida en lo posible las roturas en la preparación y desarme del escenario y el deterioro en los vestuarios y utilería del Pequeño Teatro.
16. Que conserve con cuidado en la pequeña biblioteca teatral los dramas y las representaciones reducidas y adaptadas al uso de nuestros colegios.
17. No pudiendo el director por sí solo, desempeñar cuanto prescribe este reglamento, le será establecido un ayudante que es el llamado traspunte.
18. Que recomiende a los actores una emisión no afectada de la voz, pronunciación clara, gesto desenvuelto y decidido; esto se obtendrá fácilmente si estudian bien las partes.
19. Considérese que el encanto y especialidad de nuestros Pequeños Teatros consisten en abreviar los intervalos entre uno y otro acto con la recitación de composiciones preparadas y recabadas de buenos autores.
Fuente: Don Bosco Norte (ARN)