Catalina y Manuel son dos héroes para todos los menores de la Casa de Protección Especializada (Capre) en Ciudad Don Bosco Medellín. Todos tienen una historia común: la guerra en la que han participado y de la que ahora son víctimas, pero para los Salesianos el pasado no importa, solo el presente y, sobre todo, el futuro, ése que construirán en un proceso desde que son desvinculados de los grupos armados y que tiene el evocador nombre de ‘Construyendo sueños’.
Hace un año que Catalina y Manuel viajaron por Europa para presentar su testimonio como menores y exguerrilleros de las FARC, pero sobre todo para hablar de su proceso de redención y de perdón, de los sueños de futuro y del proceso de paz que vive su país tras más de medio siglo de conflicto. Ambos protagonizaron el documental ‘Alto el fuego’ de la Procura Misiones Salesianas y se definían como “embajadores y constructores de paz”.
Emocionaron a los auditorios de las ciudades españolas por las que pasaron, llegaron al corazón de los corresponsales extranjeros acreditados ante la Santa Sede en el Vaticano, al de los eurodiputados en Bruselas y hablaron de paz en la sede de Naciones Unidas en Ginebra.
En el último año han continuado con su proceso de fortalecimiento de resiliencia basado en la educación y en el restablecimiento de derechos gracias a una beca de MISIONES SALESIANAS. Si el pasado les dejó sin infancia, presentar su testimonio les ha hecho ganar habilidades sociales y también seguridad y confianza. Gracias a los tres pasos del proceso salesiano (pedagogía de la confianza, de la esperanza y de la alianza) tanto Catalina como Manuel son ya protagonistas de su futuro.
Catalina ha cumplido su sueño de estudiar Enfermería y vive en una casa tutelada, con ambientes independientes y junto a otras cuatro chicas gracias al programa salesiano Autonomía y Responsabilidad. Continúa siendo un referente para todos los menores que viven en el Capre y gracia a su esfuerzo para salir adelante está consiguiendo grandes resultados académicos.
Manuel, por su parte, trabaja en una gran empresa, paga el alquiler de la casa en la que vive y hasta se ha comprado una pequeña moto para ir a trabajar. Siempre que puede también participa en las actividades del Capre para animar a los menores a esforzarse por perseguir sus sueños y convertirse en constructores de paz con sus acciones cotidianas.