El Santo Padre inicia su discurso: “Vengo también para aprender; sí, aprender de ustedes, de su fe, de su fortaleza ante la adversidad”. Dice en primera persona lo que ya antes ha dicho a los obispos del CELAM, dejar de lado los estereotipos de los jóvenes y “mirarlos a los ojos y buscar en ellos el coraje de la esperanza”. “Ayúdennos a nosotros, los mayores, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono”.
El Papa Francisco les pide aportar lo que es más propio de ellos: “mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor. Nadie se la podrá quitar (cf. Jn 16,22). No se la dejen robar, cuiden esa alegría que todo lo unifica en el saberse amados por el Señor”.
“Durante estos días – ha expresado – quisiera compartir con ustedes la verdad más importante: que Dios los ama con amor de Padre y los anima a seguir buscando y deseando la paz, aquella paz que es auténtica y duradera”.
A construir una sociedad nueva: “Ustedes pueden enseñarnos que la cultura del encuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos del mismo modo; es saber que más allá de nuestras diferencias somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende”.
Finalmente les recomienda: “que las dificultades no los opriman, que la violencia no los derrumbe, que el mal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor y misericordia que permanecen para siempre, ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Solo basta salir a su encuentro. Los invito al compromiso, no al cumplimiento, en la renovación de la sociedad, para que sea justa, estable, fecunda”.
El Mensaje del papa Francisco es un ejemplo de fe en nuevas generaciones un llamado implícito a la Iglesia: primero que nada a aprender de ellos, segundo a no dejar de tener fe en el potencial que cada nueva generación posee y que aportará en la construcción de Reino. Pone a los jóvenes Colombianos y a la comunidad eclesial local en sintonía con la Jornada Mundial del 2019.