Saidi es un refugiado afgano y “no sabía a dónde iba a ir, pero no podía seguir en mi país”, explica. El miedo a los talibanes hizo que un día dejase todo atrás y emprendiera un peligroso viaje sin estar acompañado de ningún adulto.
Llegó a Bélgica en uno de los programas para menores no acompañados de los Salesianos. Él es uno de los más de 22,5 millones de refugiados de todo el mundo que han huido de sus países por la persecución, los conflictos y la violación los derechos humanos.
Los misioneros salesianos en Italia, España, Bélgica, Alemania… están trabajando cada día con personas que cruzan el Mediterráneo, sobre todo atendiendo a los menores refugiados que viajan solos. Todos se juegan la vida huyendo de la violencia, el hambre, la pobreza… Les dan un lugar en el que vivir, reciben atención adecuada, retoman sus estudios y les ayudan a integrarse en Europa.
Saidi vive en el Instituto Don Bosco de Tournai. “Aquí los jóvenes refugiados encuentran un lugar donde vivir, reciben comida, ropa, atención y, lo más importante, educación”, explican los salesianos.
“Reciben cursos de francés e inglés, matemáticas, ciencias, educación física, música, dibujo… Los mayores quieren encontrar un trabajo inmediatamente y la mayoría quieren quedarse en Bélgica”, explica el Sr. Flore Dubois, profesor en el Instituto Don Bosco de Tournai.
El camino de los jóvenes refugiados, como Saidi, no es fácil. Tienen que enfrentarse a una cultura y a costumbres diferentes. A pesar de todo, “la mayoría de los muchachos llegan con ganas de aprender y de ayudar”, explica la profesora Annie Michel.
“Ojalá no hubiera tenido que irme de mi país nunca. Sin embargo, estoy muy agradecido por las oportunidades que me están dando”, finaliza Saidi.