El Centro Don Bosco situado en Tzacanihá, en las cercanías de San Pedro Carchá, fue el establecimiento que acogió a los otros dos: el de Raxruhá, a 100 kms de distancia, y el de Chamelco, una población cercana.
El salesiano australiano padre Antonio De Groot, fundador y propulsor de este genial proyecto educativo, organizó la compleja celebración apoyado por su naciente congregación religiosa indígena, los Misioneros de Cristo Buen Pastor, y por un sólido equipo de colaboradores.
Durante tres días el millar de muchachos hospedados en el Centro Don Bosco vivieron la alegría salesiana con la música, el teatro, el deporte, desfiles y caminatas hasta culminar en una celebración eucarística de soberbia calidad litúrgica.
El comienzo de esta aventura educativa tiene un paralelo casi perfecto con la conocida anécdota del encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli. El padre Antonio vivía y trabajaba entonces en una Raxruhá, remota población casi inaccesible y carente de todo servicio básico, al confín de la selva. Un día un joven indígena le preguntó si podía vivir en su casa para aprender a leer y escribir. Poco después se sumó un segundo joven y un tercero, y pronto ya era un pequeño grupo. En condiciones rudimentarias compartían con el padre Antonio comida y alojamiento y, en ratos libres, estudiaban los misterios del alfabeto.
Conforme crecía el grupo, surgían las instalaciones elementales. Treinta y cinco años después el Centro Don Bosco, en sus tres versiones, deja boquiabierto a todo visitante con sus edificaciones de calidad estética y funcional, generosas áreas verdes, limpieza y orden.
¿Quién puede imaginarse un internado de quinientos muchachos, sin muros, abierto a la verde naturaleza, con sus diversas áreas educativas distribuidas entre pinares? El ambiente se asemeja más a una colmena que a un clásico centro educativo con portones, muros y vigilancia.
El proyecto Centro Don Bosco ha sido una auténtica revolución educativa en el área geográfica donde funciona. Ha demostrado que los jóvenes indígenas tienen una inteligencia despierta, un ansia por superarse y una energía desbordante. Sorprende saber que son numerosos los profesionales que han logrado dar el salto del Centro Don Bosco a la universidad y desenvolverse actualmente como profesionales de respeto.
Si alguien se esforzara por imaginar el Oratorio de Valdocco de los tiempos de Don Bosco, le bastaría emprender un viaje hasta San Pedro Carchá, 200 kilómetros al norte de Guatemala, y allí descubriría una versión fiel del mismo en el Centro Don Bosco del padre Antonio De Groot.