Salvo D’Acquisto, nacido en Nápoles el 17 de octubre de 1920, el mayor de cinco hijos, creció en un ambiente familiar sano y desde muy temprano entró en contacto con el espíritu salesiano: asistió al jardín de infantes de las Hijas de María Auxiliadora en Nápoles-Vomero. Luego, pasó al instituto salesiano del mismo barrio, donde cursó primero el cuarto grado de primaria y, en 1933-34, el primer año de secundaria.
Era un joven generoso y reflexivo, fruto de una educación familiar basada en el trabajo y la honestidad. Esta formación lo hizo siempre disponible para los demás, tanto en casa como en la escuela. A los catorce años era un muchacho “reservado, prudente, reflexivo”. La familia y el ambiente salesiano fueron los dos pilares que, más adelante, en el cuerpo de Carabineros, moldearon en el joven Salvo un carácter maduro y dispuesto al sacrificio.
A los dieciocho años ingresó en el cuerpo de Carabineros. Entre 1940 y 1942 fue enviado a Libia, donde demostró abiertamente sus convicciones, tanto por su rectitud moral como por los gestos que la acompañaban, como el signo de la cruz en público o la oración del rosario. Convertido en suboficial, fue destinado a la estación de Torrimpietra.
Tras el armisticio del 8 de septiembre de 1943, en un contexto de gran confusión debido a los combates en las puertas de Roma, un grupo de las SS se refugió en un antiguo cuartel abandonado de la Guardia de Finanzas, cerca de la Torre de Palidoro, dentro de la jurisdicción de la estación de Carabineros de Torrimpietra.
La noche del 22 de septiembre de 1943, durante una imprudente inspección de cajas de municiones abandonadas en el cuartel, varios soldados alemanes fueron alcanzados por una explosión, causando muertos y heridos. La reacción alemana no se hizo esperar: a la mañana siguiente, el comandante del grupo alemán se presentó en la estación de Carabineros para exigir información sobre los responsables del incidente.
Ante la ausencia del comandante, Salvo D’Acquisto intentó explicar a los alemanes que se había tratado de un accidente. Sin embargo, el oficial alemán se negó a aceptar esta explicación y consideró el episodio como un atentado perpetrado por los habitantes del lugar. En consecuencia, veintidós ciudadanos inocentes de Torrimpietra fueron arrestados, cargados en un camión y llevados a la Torre de Palidoro para ser fusilados, después de haber sido obligados a cavar su propia fosa común con palas, azadones o incluso con las manos.
Cuando todo estaba listo para la ejecución y los veintidós hombres, desesperados, ya se habían resignado a su destino, el suboficial negoció con el oficial alemán y, poco después, todos fueron liberados. Todos… excepto él, Salvo D’Acquisto, quien se autoacusó como el único responsable de lo sucedido, ofreciendo su vida a cambio de la liberación de los demás.
El joven carabinero, de veintitrés años, fue fusilado en el acto, mientras que los rehenes lograron salvar sus vidas.
El decreto que lo reconoce como “venerable” destaca que su decisión no fue simplemente “un acto de solidaridad cívica y filantropía laica”, sino que se inscribió “en un estilo de vida consciente y coherentemente cristiano”.
