La mañana y la tarde del segundo día se dedicaron a la escucha y a la meditación, enriquecidas por la celebración eucarística presidida por don Eunan McDonnell, Superior de la Inspectoría San Patricio de Irlanda.
En el curso de sus reflexiones, don Chávez recordó: «Nuestra vida consagrada salesiana es un camino que comienza con el Amor de Jesús, quien fijó su mirada en nosotros, nos amó, nos llamó y nos tomó en sus manos. Esto significa que toda la vida consagrada está marcada por el amor y debe vivirse bajo su signo. No se puede vivir si no es con alegría, incluso en los momentos de prueba y dificultad. De aquí brotan la serenidad, el resplandor y la fecundidad de la vida consagrada, que la hacen fascinante.»
Esta conciencia, explicó Chávez, es la base para el salesiano que se dedica a los jóvenes, ayudándolos a superar los sufrimientos provocados por el pecado del mundo. «La dedicación total a la misión en favor de los jóvenes, especialmente de los más pobres, necesitados y en situación de riesgo, es la forma más concreta en la que, siguiendo a Cristo, podemos vivir el amor cristiano. Este amor siempre implicará la negación de uno mismo y, a veces, provocará “el odio del mundo”.»
Durante la celebración eucarística, don McDonnell ofreció una reflexión sobre el Evangelio, subrayando la necesidad de un cambio de perspectiva para acercarse a la manera de ver las cosas desde la perspectiva de Dios. «Es necesario aprender a ir a la otra orilla, porque sus pensamientos no son nuestros pensamientos, sus ideas no son nuestras ideas.» Luego invitó a los delegados a un examen de conciencia: «¿Son nuestras estrategias realmente la voluntad de Dios o estamos intentando, como los fariseos, encajar a Dios dentro de nuestras expectativas?»
Don McDonnell también compartió una experiencia personal que le ayudó a no quedarse simplemente en un nivel humano, sino a comprender mejor la necesidad de confiar en Dios. Mientras rezaba en una playa azotada por el viento, observó a un perro que corría contra el viento y a las gaviotas que se dejaban llevar por las corrientes de aire. «Podemos entrar en este Capítulo General con ciertas expectativas, pero debemos dejarnos sorprender por Dios, confiando en su impulso.»
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