El Papa guió a los presentes, quienes hasta el miércoles 29 participarán en el Congreso Internacional de Comunicadores Institucionales Católicos en el marco del Jubileo de la Comunicación, en una reflexión “sobre la manera concreta” de comunicar, sobre cómo sembrar “esperanza en medio de tanta desesperación” y sobre cómo tratar “el virus de la división” que se propaga cuando la Iglesia se comunica únicamente bajo “las reglas del marketing empresarial”.
De parte del Papa, también una serie de interrogantes en forma de examen de conciencia en voz alta: “¿Sabemos testimoniar que la historia humana no ha terminado en un callejón sin salida? ¿Y cómo señalamos una perspectiva diferente hacia un futuro que no está ya escrito? Me gusta esta expresión: escribir el futuro. Nos toca escribir el futuro”.
“La comunicación cristiana”, explicó Francisco, “es mostrar que el Reino de Dios está cerca”, como “un milagro que puede ser vivido por cada persona, por cada pueblo” y que debe ser contado “ofreciendo claves de lectura para mirar más allá de lo banal, más allá del mal, más allá de los prejuicios, más allá de los estereotipos, más allá de nosotros mismos. El Reino de Dios está más allá de nosotros” y llega “incluso a través de nuestra imperfección”.
Lo que para los presentes en la Sala Clementina es “un servicio institucional, es también una vocación de todo bautizado”, precisó el Pontífice: “Cada cristiano está llamado a ver y contar las historias de bien que un mal periodismo pretende borrar dando espacio solo al mal”.
El papa Francisco advirtió que no se debe esconder el mal —que existe—, pero que hay que narrarlo de una manera que “mueva, genere interrogantes y respuestas”: “Por eso, su tarea es grande y exige salir de sí mismos, hacer un trabajo ‘sinfónico’, involucrando a todos, todos, todos, valorizando a los ancianos y a los jóvenes, a las mujeres y a los hombres; con todo lenguaje, con la palabra, el arte, la música, la pintura, las imágenes. Comunicar siempre”.
El Papa insistió en la originalidad del acto comunicativo: “Cuando comunicamos, somos creadores de lenguajes, de puentes. Somos nosotros los creadores”, y transmitimos “armonía”, “una alternativa concreta a las nuevas torres de Babel”, donde “todos hablan y no se entienden”.
De este modo, dejó dos palabras como legado: “juntos” y “red”. Con el amor es posible “involucrar incluso a quienes se han equivocado”, “unir lo que está dividido”, “no desesperar” y “sembrar esperanza”, que es distinto de “sembrar optimismo”. “Comunicar, para nosotros, no es una táctica, no es una técnica. No es repetir frases hechas o eslóganes, ni tampoco limitarse a escribir comunicados de prensa. Comunicar es un acto de amor. Solo un acto de amor gratuito teje redes de bien. Pero las redes deben cuidarse, repararse, cada día. Con paciencia y con fe”.
La segunda palabra sobre la que Francisco invitó a reflexionar, “red”, recuerda, antes que a las redes sociales, “las redes de los pescadores y el llamado de Jesús a Pedro a ser pescador de hombres: tejer redes, por tanto, y poner en red capacidades, conocimientos, contribuciones, para poder informar adecuadamente y así salvarnos todos del mar de la desesperación y la desinformación”. De ahí, un llamado a lo que se podría lograr “gracias a las nuevas herramientas de la era digital”, incluida la inteligencia artificial, “si en lugar de transformar la tecnología en un ídolo, nos comprometiéramos más a tejer redes”. “Les confieso algo —admitió el Santo Padre—: me preocupa más que la inteligencia artificial, la inteligencia natural, esa inteligencia que debemos desarrollar”.
Desde el Papa llegó entonces un impulso: “Cuando nos parece que hemos caído en un abismo, miremos más allá, más allá de nosotros mismos”, porque “nada está perdido” y “siempre se puede comenzar de nuevo, confiando unos en otros y todos juntos en Dios. Ese es el secreto de nuestra fuerza comunicativa (…) El milagro más grande que hizo Jesús para Simón y los otros pescadores desilusionados y cansados no fue tanto esa red llena de peces, sino ayudarlos a no caer presa de la desilusión y el desánimo frente a las derrotas”.
Por último, el Papa expresó el deseo de que la comunicación católica no sea para los católicos “un recinto donde encerrarse, una secta para hablar entre nosotros”, sino “un lugar acogedor de relaciones auténticas” y “un espacio abierto de un testimonio que sabe escuchar e interpretar los signos del Reino”. Y, concluyendo, observó que si en el Apocalipsis el Señor está a la puerta y llama para entrar, “ahora, muchas veces el Señor llama desde dentro para que nosotros, los cristianos, lo hagamos salir”. De Francisco, por tanto, llegó la exhortación final a “hacer salir al Señor” y no mantenerlo “un poco esclavizado para nuestros servicios”, para que también las oficinas, las relaciones, las redes sean “propias de una Iglesia en salida”.
Fuente: Vatican News - vaticannews.va