La Positio super virtutibus, entregada el 19 de septiembre de 2023, tuvo como relator al padre Szczepan Tadeusz Praśkiewicz, OCD, como postulador al padre Pierluigi Cameroni y como redactora a la doctora Lodovica Maria Zanet, colaboradora de la Postulación General. Los nueve consultores fueron convocados para responder al interrogante sobre el ejercicio heroico de las virtudes cristianas practicado por el Siervo de Dios, junto con la fama de santidad y de signos. Con base en este juicio, los cardenales y obispos, miembros del dicasterio, podrán posteriormente emitir su valoración.
La noticia ha causado gran alegría, particularmente en Colle Umberto (Treviso), pueblo natal del siervo de Dios, y en la diócesis de Vittorio Veneto, donde desde hace algunos años un grupo de personas se dedica a promover la causa del siervo de Dios, conocido por su celo apostólico como “conquistador de almas”, al punto de ser llamado el san Francisco Javier del noreste de India.
“En este Año Santo dedicado a la esperanza cristiana y en el 150° aniversario de la primera expedición misionera promovida por Don Bosco, el testimonio del padre Vendrame es el de un verdadero peregrino de esperanza que, animado por el celo apostólico de los misioneros del Evangelio, anunció la Palabra de salvación recorriendo a pie hasta cincuenta kilómetros diarios, despertando en todos los que encontraba la alegría de vivir y abriendo muchas puertas y corazones a la esperanza”, comentó el padre Cameroni sobre la noticia.
El siervo de Dios padre Constantino Vendrame nació en San Martino di Colle Umberto, cerca de Treviso, el 27 de agosto de 1893, en una familia dignamente pobre y de sólidos valores cristianos, marcada por la enfermedad y algunos duelos. Constantino sintió desde joven la vocación al sacerdocio y en 1908 ingresó al seminario de la diócesis de Ceneda, en Vittorio Veneto, para luego pasar –en 1912– entre los salesianos, motivado por su amor a las misiones.
Novicio en 1913, profeso temporal en 1914 y perpetuo en 1920, se formó en la vida religiosa a través del tirocinio práctico. La Primera Guerra Mundial lo vio como un soldado ejemplar en su fidelidad a la vocación. Ordenado sacerdote el 15 de marzo de 1924, en Milán, recibió el 5 de octubre el crucifijo misionero en Turín, en la Basílica de María Auxiliadora. Partió entonces hacia el noreste de India (Assam) y llegó a Shillong, el 24 de diciembre de 1924.
Misionero (y casi siempre párroco) en Shillong-Laitumkhrah, Jowai, Wandiwash en Tamil Nadu, en el sur de India, y finalmente en Shillong-Mawkhar desde 1951 hasta su muerte, recorrió a pie distancias inmensas para llegar a las almas más alejadas: se hizo pobre entre los pobres y tocó los corazones más endurecidos, aceptando con una sonrisa el desgaste de los esfuerzos y los peligros de la vida apostólica.
Atrajo a Cristo y a la Iglesia a miles de almas, protestantes y paganas; musulmanes e hindúes lo estimaban como un verdadero hombre de Dios. Obligado a una interrupción forzada durante la Segunda Guerra Mundial, como ciudadano italiano en el territorio del Imperio británico, estuvo recluido junto a muchos otros, primero bajo custodia de los Gurkha, luego en Deoli y finalmente en Dehra Dun, mostrando en ese aparente inmovilismo una fuerza que consolaba y sostenía.
Afectado por artrosis también en la columna vertebral y sometido a dolores lacerantes hasta el desmayo, vivió los últimos meses en una entrega total, hospitalizado en Dibrugarh, donde murió en la víspera de la fiesta de san Juan Bosco, el 30 de enero de 1957. Los funerales fueron un triunfo de fe y gratitud. Lo acompañaba, en vida, una fama difundida de santidad y signos, y fue comparado con san Pablo, san Francisco Javier y san Vicente de Paúl.
De él se dijo: “Recordamos al padre Vendrame como un sacerdote que nos amó con el corazón de Cristo, cálido y humano, fuerte y fiel, dispuesto a dar su vida por nosotros”.
